VI
PÁLPITOS
(THROBS)
La noche prometía un abrazo helado para lo que sería próximamente madrugada. El viento soplaba tan fuerte como si tuviera la misión de derribar todo a su paso. Y definitivamente eso era lo que yo necesitaba: que algo me derribara y me dejara inconsciente sobre mi cama hasta que amaneciera y todo volviese a la normalidad. Los últimos acontecimientos habían dejado en mi mente una luz intermitente que me cegó por completo y me dejó aturdido. ¿Qué había pasado anteriormente entre mi familia y las otras personas que yo jamás me enteré? ¿Por qué sentía que a mi rompecabezas le faltaba una pieza importante? Todo en este momento era muy confuso para mí, e incluso recuerdo poco de cómo era todo, antes de todo lo que cambió mi vida…
Después de ducharme me dirigí a mi habitación casi corriendo, a causa del frío tan penetrante que me estaba congelando los huesos. Antes de cerrar la puerta visualicé la cantidad de huellas húmedas que dejé al pasar y volteé mis ojos sabiendo que debía secarlas para que mi madre no rodara como una bailarina en patines por una pista bañada de aceite, ya que como cosa rara, olvidé secarme los pies al salir de la ducha y el piso de cerámica tampoco ayudaba. Salí de nuevo, bajé hacia la cocina a buscar la mopa y sequé rápidamente el suelo.
Me metí a mi cuarto, cerré la puerta con suma delicadeza y me acosté en mi cama tal como estaba, sin camisa y con sólo un short puesto. Crucé mis brazos por detrás de la cabeza en lo que escucho a mi madre llamarme desde afuera.
-¡Brandon, cariño!
-¡Dime, mamá! –le respondí con voz cabizbaja.
-¿Puedes salir un momento?
-Sí, claro, ya voy.
Me levanté de la cama y abrí la puerta. Mi madre me esperaba afuera, y en lo que me vio, abrió los brazos invitándome a abrazarla. Cuando me acerqué a ella me rodeó con sus brazos.
-Tranquilo, mi niño. –me dijo-. Todo se va a arreglar, te lo prometo. Comprendo que por ahora las cosas están un poco fuera de nuestro alcance, pero estoy segura que saldremos adelante. Sólo ten paciencia y no te desesperes. ¿Sí?
-Sí, mamá. –se me salió una lágrima que recorrió toda mi mejilla, hasta morir en la tela de la camisa de mi madre.
-Sé que sientes impotencia, zozobra, inapetencia; y lo entiendo, mi amor. Pero recuerda lo que acordamos. Dímelo.
Me había separado de sí y me encerró las mejillas entre sus manos, como si viéndome a los ojos mi respuesta tuviera más credibilidad.
-Ir despacio. –le respondí con la voz quebrada mientras más lágrimas se colaban entre sus dedos.
-Exacto. Así que no te preocupes, cielo. Todo estará bien. ¿De acuerdo?
-Sí.
-Te quiero mucho.
-Yo más, mamá.
Me regaló una sonrisa de resignación y se metió a su cuarto, dándome las buenas noches.
Cuando abrí mis ojos en la mañana, el sol intentaba quemarme la cara dándome un cálido saludo matutino. Me retiré el edredón de encima y me senté en la cama bostezando y estrujándome el rostro con ambas manos para lograr despertarme del todo. Fui al baño a cepillarme y lavarme para luego bajar y ver la cocina sola. Me hice un desayuno muy rápido –huevos, tocino, pan-, y lo devoré más que rápido mientras visualizaba la danza del mar con la brisa. En lo que terminé, me levanté, lavé el plato y subiendo las escaleras, un golpe sordo me obligó a voltear hacia la puerta y ver (desde aquella distancia) uno de los extremos de un periódico enrollado. Bajé las escaleras, abrí la puerta viendo a lo lejos un chico pedaleando una bicicleta y tomé lo que dejó en el porche, dejándoselo a mi madre en la mesa de la cocina, por si quería echarle un ojo. Subí a mi cuarto y me tendí en la cama y en unos minutos…
-¡Brandon! –mi madre me zarandeaba con el objetivo de despertarme.
Me había quedado dormido de nuevo. Mi madre sostenía el teléfono inalámbrico ofreciéndomelo. Quizá era una llamada para mí.
-Es Peter, cariño. –me dijo con los labios.
Tomé el teléfono y di un saludo.
-Hey, Casanova, creo que si no has llamado a tu príncipe azul deberías hacerlo, su tía está hospitalizada. ¿Recuerdas que nunca llegó? Deberías llamar a los Fletcher, empieza con algo.
-¿Cómo fue? ¿Qué rayos pasó?
-No lo sé, hermanito. Joanne llamó a Chloe berreando. Ya sabes, cosas de niñas.
-De acuerdo, los llamaré, pero… ¿cómo…
-Tú sólo hazlo, mientras más temprano mejor.
-Está bien, ¿y qué lograste hablar con Chloe anoche?
-Vamos, no me preguntes nada de eso. ¿Quieres?
-Pero… Peter.
Colgó el teléfono y no me dejó expresarle mi preocupación.
Me dediqué a buscar como un desquiciado el post-it que me dio Chloe con el número de los Fletcher y no lo encontraba. Busqué debajo de la cama, en mis gavetas, en el armario, abajo en la cocina, en la cartelera de mi madre, volví arriba, busqué en el baño, bajo mis sábanas y ¡nada! Cuando una gota de sudor se resbalo hacia mi sien, recordé que lo tenía en el bolsillo de la bermuda. Resoplé como gran tonto por no recordarlo, tomé el papel y llamé.
-Buenos días. ¿Se encuentra Matt?
-No, está en el hospital. Con su tía. ¿Quién habla?
-Soy… Brandon, el hermano de Pete.
. -Ah, tú. Hola, soy Tom. Voy camino al hospital, la tía Fletcher tuvo un infarto, pero al parecer ya está bien.
Tom. ¿Qué hacía él ahí?
-¿Disculpa? –al parecer pensé en voz alta.
-No, tranquilo. No dije nada. Por favor, dale a Matt el recado de que lo llamé, ¿sí?
-No hay problema, amigo.
-De acuerdo, adiós.
-Hasta luego.
Estuve todo el día cavilando acerca de cuál sería la mejor manera de ayudar a mi hermano con toda esta situación que lo abrumaba, mientras pensaba qué tan preocupados estarían los Fletcher por su tía, ¿se encontrará bien? ¿Estarían en casa ya? No, imposible. Apenas fue en la mañana que se había mejorado su tía. El hecho es que desde que dejé a Matt en Manhattan agitando su mano para despedirse de mí, lo tengo incrustado en la mente como una fotografía en un álbum y lo más irónico de todo este asunto, era que no debía.
Peter y Chloe estaban discutiendo su problema con el embarazo y la prueba, conjuntamente con lo de mi hermano. Yo sólo estaba arriba, en el cuarto de huéspedes mientras los escuchaba discutir sin siquiera percatarme si ellos sabían que lo hacía.
-¡No lo sé, Chloe, pero tendrás que hacértela! ¡Mi mamá ya no confía en ti, de hecho nunca lo ha hecho y tú al parecer le das motivos!
-¿Pero cuáles motivos dices tú que le doy? ¡Yo no tengo la culpa de que sea una entrometida que no te deje vivir!
-¡No hables así de mi madre!
-¡Entonces dile que busque cómo entretenerse porque ya me di cuenta que lo único en lo que se fija es en todo lo malo que piensa ella que hago!
-¿Ah, no? ¿Entonces son ilusiones nuestras? ¡Santa Chloe! ¿Quieres que te ponga una vela en la iglesia?
Se escuchó una bofetada.
-¿Pero qué es lo que te pasa? ¿Encima tratas de defenderte cuando sabes perfectamente que tengo razón?
-¿Razón en qué? ¡DÍMELO!
-¡En que me montaste los cuernos! ¡En eso, cariño! ¿O lo vas a negar? ¿Vas a negar que cumplieras con el favor del otro?
-¿Del otro? ¿Tienes pruebas, acaso?
-¿Qué hacía tu suéter debajo de mi auto? ¿Puedes explicarme eso?
-¿Debajo de… pero de qué estás hablando?
-Tú habías dejado ese suéter en el cuarto de Matt. Pero la pregunta es ésta, ¿por qué justo ahí y no en el cuarto de Joanne?
Reinó un pequeño silencio que rompió Chloe.
-Fui con Tom a…
-¿A qué? ¿A besuquearte?
-Peter, pero…
-Respeto a mi hermano, Chloe. Cosa que tú no conoces.
-¡Hazme el favor y te callas! ¡Tú no sabes nada!
-Te vas a hacer la maldita prueba de embarazo mañana, quieras o no. Si no, puedes irte por donde llegaste.
-¿Serías capaz de hacerme esto? –a Chloe se le quebró la voz.
-Te hubieras preguntado eso mismo antes de revolcarte con otro.
Se escuchó una corneta a las afueras de la casa y no pude escuchar más nada.
-¿Te vino a buscar, acaso? –dijo mi hermano.
-¡Cállate!
Sin pensarlo mucho, bajé hacia el vestíbulo y vi la puerta abierta. Y un auto frente al porche. ¿Esos eran… los Fletcher? Caminé con rapidez hacia ellos y me tropecé con una mesa de madera en donde estaba un teléfono cableado, en el cual mi pie derecho quiso enredarse. Tumbé el teléfono y me agaché para recogerlo mientras paraba con la mano derecha un florero cilíndrico en movimiento que tenía unos girasoles frescos. Sin darme cuenta que todos me miraban a causa del estruendo que causé, me incorporé y me dirigí hacia ellos dando zancadas y mirando al suelo por si había algo más que tropezar. Tragué saliva y miré a Matt, tenía un aspecto soñoliento y bostezó tapándose con una mano mientras me daba la otra para estrechársela. Joanne tenía los ojos hinchados y unas poco notables bolsas debajo de los mismos con un tono rosado. Al parecer se habían trasnochado. Chloe rompió el hielo para evadir la discusión que había tenido con mi hermano. Quizá.
-¿Cómo está tu tía, amiga? –le preguntó a Joanne.
-Está bien, al menos no fue grave, fue el cigarrillo. El doctor se lo prohibió permanentemente.
-Qué mal. ¿Y por qué no están allá con ella? –preguntó Peter.
Chloe lo miró insinuándole descaro.
-Tienes razón, Peter. Pero queríamos venir a pedirles un favor. Necesitamos que vayan a nuestra casa y supervisen que a mi tía le den el cuidado que amerita. ¿Podrían hacernos ese favor?
-Eh, ¿disculpa? –se exaltó mi hermano.
-Sólo por un día, el problema es que no tenemos a nadie que nos haga el favor.
-El detalle es que…
-No podemos, Joanne. Tenemos que hacer algo importante mañana.
-Peter. –Chloe le pidió discreción.
-¿Qué? ¿Algún problema? –le dijo mi hermano a Chloe, mientras ésta volteaba los ojos.
-Yo puedo ir, si no hay problema. –intervine.
-¿Podrías, Brandon? –saltó Joanne.
-Claro, claro. Estaría encantado.
-Perfecto, entonces te irías con nosotros, cuidarías a mi tía mientras las enfermeras descansan e igualmente supervisas que la cuiden muy juiciosamente, mientras Matt y yo vamos a ver a nuestros padres para pedirle dinero, ya que invertimos todo lo que teníamos ahorrado ingresando a mi tía a emergencias.
-Un momento, ¿qué dices? –dijo Matt.
-¿No lo acordamos, Matt?
-Yo jamás te dije que iría contigo, te dije que estaba de acuerdo.
-¡Pero son nuestros padres!
-¿Y qué quieres que haga? ¿Que me arrodille a suplicarles que nos auxilien? Pues lo siento, Joanne.
-No seas ridículo, ¿qué vamos a hacer sin dinero?
-Claro, debe ser que quedamos en banca rota.
-¡Pero gastamos gran parte de los ahorros!
-¿Y fue culpa mía?
-¡No seas indolente! ¡Es nuestra tía!
-Pero a las personas que vas a molestar, no son nada mío.
Este comentario fue como sal a una herida abierta.
-¿Aún sigues atascado en eso?
-Ah no, mentira. Me equivoqué, ¿será que sí?
-¡Idiota! –le dijo a Matt, mientras lo empujó en señal de impotencia.
Matt y yo nos quedamos solos afuera, mientras los demás entraban a la casa. Nos quedamos perplejos mirando sin mirar hacia ningún lado e intenté romper el hielo dirigiéndome a él.
-¿Te gusta la playa?
Insertó su mirada en mí y el sol que estaba a punto de despedirse, le acentuó el hermoso color café claro de sus ojos.
-No mucho… Pero quiero oler el mar.
-¿Quieres ir? –le pregunté.
-¿Me llevas?
Asentí y lo vi quitándose la camisa abotonada y los pantalones, dejándolos en el asiento delantero de su auto mientras se quitaba los zapatos. Yo imité la acción, quitándome la franela dejándome el pecho libre.
Caminamos por toda la residencia y llegamos a la playa justo cuando el ocaso bronceaba el ambiente volviéndolo sumamente tórrido. Las olas golpeaban muy fuerte, como si fuera una riña violenta entre el salitre y el mismo mar. El viento hacía ondear mi cabello mientras entrecerraba mis ojos para evitar que se colara arena y me impidiera comprobar que lo que tenía en frente era muy real.
Matt caminó hacia el mar y se dejó empapar los pies mientras abría los brazos recibiendo la armonía y la quietud del lugar, supuse.
Estos muchachos tenían algo que admiraba sin saber en realidad lo que era: Matt probablemente tuvo un problema serio con Tom, acerca de algo grave que involucraba a una mujer. No es difícil averiguar qué. Mientras que Joanne se hallaba tan preocupada por el estado de su tía que vino a pedir ayuda para hacerse cargo de ella mientras iba a casa de sus padres a solicitarle ayuda económica por gastar sus ahorros por las imprudencias de la aludida. Algo tuvo que pasar con sus padres, algo muy grave como para que Matt sintiera ese desgano por ir a verlos y se hallara tan desentendido de ellos. Vale acotar que la rebeldía que destiló cuando su hermana se los mencionó fue alarmante y enigmática. Sin embargo, con todos sus problemas, los Fletcher parecían saber cómo ser felices. ¿Cómo lo hacían? Su tía estaba seguramente acostada recibiendo cuidado premeditado y ellos estaban aquí, muy relajados, como si nada hubiese pasado. ¿Estarían buscando algún otro tipo de apoyo? ¿Querían escapar de la responsabilidad que acarreaban las consecuencias? ¿Necesitaban algún refugio, algún hombro en donde ahogar sus penas? Aquello me consternaba. Ellos mantenían a sus padres en el olvido y a su tía en descuido mientras que yo no tenía motivos para ninguna de ambas, lo cual me hacía sentir más vacío y más solo y preocupado de lo que se encontraban ellos. Sólo que no estaban solos. Y quizá yo tampoco lo esté, pero así me siento inconscientemente. Solo.
Matt se volteó y me sonrió con ternura mientras veía dibujarse en su rostro el curveado gesto. Sus pies se hundían en la arena hasta los tobillos en lo que decidió caminar hacia mí y posó su mano derecha en la arena para no sentarse de golpe, en lo que cavilé que debía hacer lo mismo. En lo que me siento a su lado me di cuenta de que estaba oscureciendo.