3.09.2011

Inventado

Digamos que es mentira,
que esta fantasía se envuelve
entre mi ilusión de fundirte en los labios que miras
y la travesía de pensarte, que a cada rato vuelve.
Entiende que me pierdo,
cada vez que te tengo en frente,
y me invade una sensación de incierto
por no saber si también estoy en tu mente.
Imagina que a mi lado corres,
por campos que no deben ser pisados,
por sentirte tan lejos de mí como montado en una torre,
que no debí nunca haber encontrado.
Entiende que no puedo darte lo que quiero,
porque tú estás aún su lado,
por lo cual este sentimiento certero,
debe seguir siendo inventado.

Señales

Todos damos señales de que vivimos una vida que decae y se estabiliza, en un mundo que se compone pero está en su etapa final. Las aves vuelan por un cielo que puede tornarse oscuro cuando nuestros corazones dejen de latir, justo en el momento en el que comprendimos de qué se trataba nuestra existencia y las sombras se volvían claridad cuando nuestra esperanza corría por una pradera de un sueño que nos abandonó.


Todos tenemos la iniciativa de hacer marchar las cosas bien, mientras que la desdicha se va de nuestras vidas y se nos quiebra el miedo. Las mariposas nos tientan a soñar un cuento de hadas que nos permita ignorar las cosas malas que las asustan y las hacen volar por praderas oscuras, mientras la luna nos mira en desgracia y se esconde tras las nubes grises

Pero a fin de cuentas, ¿de qué se trata todo esto?

Hundido

Como las manos de la inocencia que se amoldan en la plastilina de lo enigmático,
al igual que la piel que se hunde en la arena húmeda por el beso del mar.
Como las manos que tocan tu piel componiéndote mil caricias que descubren lo inhibido.
Como mis ojos que se hunden en los tuyos.
Así como el barco que se hundió por una grieta que hizo el iceberg,
como la lengua que perfora el beso,
como la llama que devora lo que toca,
como la lujuria que se incrusta lentamente,
así,
así me encuentro.
Hundido en la profundidad de tu recuerdo presente y tu voz ausente.
Hundido en lo más absurdo de mi realidad, en donde quieres y no quieres estar.
Hundido en la esperanza más ridícula de que regreses a mí,
así me encuentro hundido.
Y mientras mi cordura no se hunda entre mis lágrimas,
créeme, seguiré hundido en ti.

Rumores

Aquéllos que nos cambian, aquéllos que cambiamos.
Aquéllos que se hablan de que nos amamos.
Aquéllos que intentan descifrar mentiras,
aquéllos que nunca logran hacernos morir de ira.
Aquéllos que ocasionan distorsión,
aquéllos que hasta nos llenan de emoción.
Porque sabemos que ningún golpe podrá arrebatarnos lo que vivimos,
porque logramos vivir lo que ningún rumor puede decir.
Porque estamos a centímetros cuando nos sentimos,
porque logramos besarnos sin dejarnos ir.
Son rumores que delatan mis deseos,
son rumores que se escapan de mi piel.
Rumores que te cuentan mis labios,
al serpentear por ahí también.
Rumores que te dicen que me estoy enamorando,
rumores que te dejan suspirando.
Aquéllos que callan un sentimiento,
pero que jamás lo esconden.

3.05.2011

Breathless. Capítulo VI: Pálpitos



VI

PÁLPITOS
(THROBS)


La noche prometía un abrazo helado para lo que sería próximamente madrugada. El viento soplaba tan fuerte como si tuviera la misión de derribar todo a su paso. Y definitivamente eso era lo que yo necesitaba: que algo me derribara y me dejara inconsciente sobre mi cama hasta que amaneciera y todo volviese a la normalidad. Los últimos acontecimientos habían dejado en mi mente una luz intermitente que me cegó por completo y me dejó aturdido. ¿Qué había pasado anteriormente entre mi familia y las otras personas que yo jamás me enteré? ¿Por qué sentía que a mi rompecabezas le faltaba una pieza importante? Todo en este momento era muy confuso para mí, e incluso recuerdo poco de cómo era todo, antes de todo lo que cambió mi vida…
Después de ducharme me dirigí a mi habitación casi corriendo, a causa del frío tan penetrante que me estaba congelando los huesos. Antes de cerrar la puerta visualicé la cantidad de huellas húmedas que dejé al pasar y volteé mis ojos sabiendo que debía secarlas para que mi madre no rodara como una bailarina en patines por una pista bañada de aceite, ya que como cosa rara, olvidé secarme los pies al salir de la ducha y el piso de cerámica tampoco ayudaba. Salí de nuevo, bajé hacia la cocina a buscar la mopa y sequé rápidamente el suelo.
Me metí a mi cuarto, cerré la puerta con suma delicadeza y me acosté en mi cama tal como estaba, sin camisa y con sólo un short puesto. Crucé mis brazos por detrás de la cabeza en lo que escucho a mi madre llamarme desde afuera.
-¡Brandon, cariño!
-¡Dime, mamá! –le respondí con voz cabizbaja.
-¿Puedes salir un momento?
-Sí, claro, ya voy.
Me levanté de la cama y abrí la puerta. Mi madre me esperaba afuera, y en lo que me vio, abrió los brazos invitándome a abrazarla. Cuando me acerqué a ella me rodeó con sus brazos.
-Tranquilo, mi niño. –me dijo-. Todo se va a arreglar, te lo prometo. Comprendo que por ahora las cosas están un poco fuera de nuestro alcance, pero estoy segura que saldremos adelante. Sólo ten paciencia y no te desesperes. ¿Sí?
-Sí, mamá. –se me salió una lágrima que recorrió toda mi mejilla, hasta morir en la tela de la camisa de mi madre.
-Sé que sientes impotencia, zozobra, inapetencia; y lo entiendo, mi amor. Pero recuerda lo que acordamos. Dímelo.
Me había separado de sí y me encerró las mejillas entre sus manos, como si viéndome a los ojos mi respuesta tuviera más credibilidad.
-Ir despacio. –le respondí con la voz quebrada mientras más lágrimas se colaban entre sus dedos.
-Exacto. Así que no te preocupes, cielo. Todo estará bien. ¿De acuerdo?
-Sí.
-Te quiero mucho.
-Yo más, mamá.
Me regaló una sonrisa de resignación y se metió a su cuarto, dándome las buenas noches.

Cuando abrí mis ojos en la mañana, el sol intentaba quemarme la cara dándome un cálido saludo matutino. Me retiré el edredón de encima y me senté en la cama bostezando y estrujándome el rostro con ambas manos para lograr despertarme del todo. Fui al baño a cepillarme y lavarme para luego bajar y ver la cocina sola. Me hice un desayuno muy rápido –huevos, tocino, pan-, y lo devoré más que rápido mientras visualizaba la danza del mar con la brisa. En lo que terminé, me levanté, lavé el plato y subiendo las escaleras, un golpe sordo me obligó a voltear hacia la puerta y ver (desde aquella distancia) uno de los extremos de un periódico enrollado. Bajé las escaleras, abrí la puerta viendo a lo lejos un chico pedaleando una bicicleta y tomé lo que dejó en el porche, dejándoselo a mi madre en la mesa de la cocina, por si quería echarle un ojo. Subí a mi cuarto y me tendí en la cama y en unos minutos…
-¡Brandon! –mi madre me zarandeaba con el objetivo de despertarme.
Me había quedado dormido de nuevo. Mi madre sostenía el teléfono inalámbrico ofreciéndomelo. Quizá era una llamada para mí.
-Es Peter, cariño. –me dijo con los labios.
Tomé el teléfono y di un saludo.
-Hey, Casanova, creo que si no has llamado a tu príncipe azul deberías hacerlo, su tía está hospitalizada. ¿Recuerdas que nunca llegó? Deberías llamar a los Fletcher, empieza con algo.
-¿Cómo fue? ¿Qué rayos pasó?
-No lo sé, hermanito. Joanne llamó a Chloe berreando. Ya sabes, cosas de niñas.
-De acuerdo, los llamaré, pero… ¿cómo…
-Tú sólo hazlo, mientras más temprano mejor.
-Está bien, ¿y qué lograste hablar con Chloe anoche?
-Vamos, no me preguntes nada de eso. ¿Quieres?
-Pero… Peter.
Colgó el teléfono y no me dejó expresarle mi preocupación.
Me dediqué a buscar como un desquiciado el post-it que me dio Chloe con el número de los Fletcher y no lo encontraba. Busqué debajo de la cama, en mis gavetas, en el armario, abajo en la cocina, en la cartelera de mi madre, volví arriba, busqué en el baño, bajo mis sábanas y ¡nada! Cuando una gota de sudor se resbalo hacia mi sien, recordé que lo tenía en el bolsillo de la bermuda. Resoplé como gran tonto por no recordarlo, tomé el papel y llamé.
          
            -Buenos días. ¿Se encuentra Matt?
            -No, está en el hospital. Con su tía. ¿Quién habla?
            -Soy… Brandon, el hermano de Pete.
.           -Ah, tú. Hola, soy Tom. Voy camino al hospital, la tía Fletcher tuvo un infarto, pero al parecer ya está bien.
            Tom. ¿Qué hacía él ahí?
            -¿Disculpa? –al parecer pensé en voz alta.
            -No, tranquilo. No dije nada. Por favor, dale a Matt el recado de que lo llamé, ¿sí?
            -No hay problema, amigo.
            -De acuerdo, adiós.
            -Hasta luego.

            Estuve todo el día cavilando acerca de cuál sería la mejor manera de ayudar a mi hermano con toda esta situación que lo abrumaba, mientras pensaba qué tan preocupados estarían los Fletcher por su tía, ¿se encontrará bien? ¿Estarían en casa ya? No, imposible. Apenas fue en la mañana que se había mejorado su tía. El hecho es que desde que dejé a Matt en Manhattan agitando su mano para despedirse de mí, lo tengo incrustado en la mente como una fotografía en un álbum y lo más irónico de todo este asunto, era que no debía.
            Peter y Chloe estaban discutiendo su problema con el embarazo y la prueba, conjuntamente con lo de mi hermano. Yo sólo estaba arriba, en el cuarto de huéspedes mientras los escuchaba discutir sin siquiera percatarme si ellos sabían que lo hacía.
            -¡No lo sé, Chloe, pero tendrás que hacértela! ¡Mi mamá ya no confía en ti, de hecho nunca lo ha hecho y tú al parecer le das motivos!
            -¿Pero cuáles motivos dices tú que le doy? ¡Yo no tengo la culpa de que sea una entrometida que no te deje vivir!
            -¡No hables así de mi madre!
            -¡Entonces dile que busque cómo entretenerse porque ya me di cuenta que lo único en lo que se fija es en todo lo malo que piensa ella que hago!
            -¿Ah, no? ¿Entonces son ilusiones nuestras? ¡Santa Chloe! ¿Quieres que te ponga una vela en la iglesia?
            Se escuchó una bofetada.
            -¿Pero qué es lo que te pasa? ¿Encima tratas de defenderte cuando sabes perfectamente que tengo razón?
            -¿Razón en qué? ¡DÍMELO!
            -¡En que me montaste los cuernos! ¡En eso, cariño! ¿O lo vas a negar? ¿Vas a negar que cumplieras con el favor del otro?
            -¿Del otro? ¿Tienes pruebas, acaso?
            -¿Qué hacía tu suéter debajo de mi auto? ¿Puedes explicarme eso?
            -¿Debajo de… pero de qué estás hablando?
            -Tú habías dejado ese suéter en el cuarto de Matt. Pero la pregunta es ésta, ¿por qué justo ahí y no en el cuarto de Joanne?
            Reinó un pequeño silencio que rompió Chloe.
            -Fui con Tom a…
            -¿A qué? ¿A besuquearte?
            -Peter, pero…
            -Respeto a mi hermano, Chloe. Cosa que tú no conoces.     
            -¡Hazme el favor y te callas! ¡Tú no sabes nada!
            -Te vas a hacer la maldita prueba de embarazo mañana, quieras o no. Si no, puedes irte por donde llegaste.
            -¿Serías capaz de hacerme esto? –a Chloe se le quebró la voz.      
            -Te hubieras preguntado eso mismo antes de revolcarte con otro.
            Se escuchó una corneta a las afueras de la casa y no pude escuchar más nada.
            -¿Te vino a buscar, acaso? –dijo mi hermano.
            -¡Cállate!
            Sin pensarlo mucho, bajé hacia el vestíbulo y vi la puerta abierta. Y un auto frente al porche. ¿Esos eran… los Fletcher? Caminé con rapidez hacia ellos y me tropecé con una mesa de madera en donde estaba un teléfono cableado, en el cual mi pie derecho quiso enredarse. Tumbé el teléfono y me agaché para recogerlo mientras paraba con la mano derecha un florero cilíndrico en movimiento que tenía unos girasoles frescos. Sin darme cuenta que todos me miraban a causa del estruendo que causé, me incorporé y me dirigí hacia ellos dando zancadas y mirando al suelo por si había algo más que tropezar. Tragué saliva y miré a Matt, tenía un aspecto soñoliento y bostezó tapándose con una mano mientras me daba la otra para estrechársela. Joanne tenía los ojos hinchados y unas poco notables bolsas debajo de los mismos con un tono rosado. Al parecer se habían trasnochado. Chloe rompió el hielo para evadir la discusión que había tenido con mi hermano. Quizá.
            -¿Cómo está tu tía, amiga? –le preguntó a Joanne.
            -Está bien, al menos no fue grave, fue el cigarrillo. El doctor se lo prohibió permanentemente.
            -Qué mal. ¿Y por qué no están allá con ella? –preguntó Peter.
            Chloe lo miró insinuándole descaro.
            -Tienes razón, Peter. Pero queríamos venir a pedirles un favor. Necesitamos que vayan a nuestra casa y supervisen que a mi tía le den el cuidado que amerita. ¿Podrían hacernos ese favor?
            -Eh, ¿disculpa? –se exaltó mi hermano.
            -Sólo por un día, el problema es que no tenemos a nadie que nos haga el favor.
            -El detalle es que…
            -No podemos, Joanne. Tenemos que hacer algo importante mañana.
            -Peter. –Chloe le pidió discreción.
            -¿Qué? ¿Algún problema? –le dijo mi hermano a Chloe, mientras ésta volteaba los ojos.
            -Yo puedo ir, si no hay problema. –intervine.
            -¿Podrías, Brandon? –saltó Joanne.
            -Claro, claro. Estaría encantado.
            -Perfecto, entonces te irías con nosotros, cuidarías a mi tía mientras las enfermeras descansan e igualmente supervisas que la cuiden muy juiciosamente, mientras Matt y yo vamos a ver a nuestros padres para pedirle dinero, ya que invertimos todo lo que teníamos ahorrado ingresando a mi tía a emergencias.
            -Un momento, ¿qué dices? –dijo Matt.
            -¿No lo acordamos, Matt?
            -Yo jamás te dije que iría contigo, te dije que estaba de acuerdo.
            -¡Pero son nuestros padres!
            -¿Y qué quieres que haga? ¿Que me arrodille a suplicarles que nos auxilien? Pues lo siento, Joanne.
            -No seas ridículo, ¿qué vamos a hacer sin dinero?
            -Claro, debe ser que quedamos en banca rota.
            -¡Pero gastamos gran parte de los ahorros!
            -¿Y fue culpa mía?
            -¡No seas indolente! ¡Es nuestra tía!
            -Pero a las personas que vas a molestar, no son nada mío.
            Este comentario fue como sal a una herida abierta.
            -¿Aún sigues atascado en eso?
            -Ah no, mentira. Me equivoqué, ¿será que sí?
            -¡Idiota! –le dijo a Matt, mientras lo empujó en señal de impotencia.
            Matt y yo nos quedamos solos afuera, mientras los demás entraban a la casa. Nos quedamos perplejos mirando sin mirar hacia ningún lado e intenté romper el hielo dirigiéndome a él.           
            -¿Te gusta la playa?
            Insertó su mirada en mí y el sol que estaba a punto de despedirse, le acentuó el hermoso color café claro de sus ojos.
            -No mucho… Pero quiero oler el mar.
            -¿Quieres ir? –le pregunté.
            -¿Me llevas?
            Asentí y lo vi quitándose la camisa abotonada y los pantalones, dejándolos en el asiento delantero de su auto mientras se quitaba los zapatos. Yo imité la acción, quitándome la franela dejándome el pecho libre.
            Caminamos por toda la residencia y llegamos a la playa justo cuando el ocaso bronceaba el ambiente volviéndolo sumamente tórrido. Las olas golpeaban muy fuerte, como si fuera una riña violenta entre el salitre y el mismo mar. El viento hacía ondear mi cabello mientras entrecerraba mis ojos para evitar que se colara arena y me impidiera comprobar que lo que tenía en frente era muy real.
            Matt caminó hacia el mar y se dejó empapar los pies mientras abría los brazos recibiendo la armonía y la quietud del lugar, supuse.
Estos muchachos tenían algo que admiraba sin saber en realidad lo que era: Matt probablemente tuvo un problema serio con Tom, acerca de algo grave que involucraba a una mujer. No es difícil averiguar qué. Mientras que Joanne se hallaba tan preocupada por el estado de su tía que vino a pedir ayuda para hacerse cargo de ella mientras iba a casa de sus padres a solicitarle ayuda económica por gastar sus ahorros por las imprudencias de la aludida. Algo tuvo que pasar con sus padres, algo muy grave como para que Matt sintiera ese desgano por ir a verlos y se hallara tan desentendido de ellos. Vale acotar que la rebeldía que destiló cuando su hermana se los mencionó fue alarmante y enigmática. Sin embargo, con todos sus problemas, los Fletcher parecían saber cómo ser felices. ¿Cómo lo hacían? Su tía estaba seguramente acostada recibiendo cuidado premeditado y ellos estaban aquí, muy relajados, como si nada hubiese pasado. ¿Estarían buscando algún otro tipo de apoyo? ¿Querían escapar de la responsabilidad que acarreaban las consecuencias? ¿Necesitaban algún refugio, algún hombro en donde ahogar sus penas? Aquello me consternaba. Ellos mantenían a sus padres en el olvido y a su tía en descuido mientras que yo no tenía motivos para ninguna de ambas, lo cual me hacía sentir más vacío y más solo y preocupado de lo que se encontraban ellos. Sólo que no estaban solos. Y quizá yo tampoco lo esté, pero así me siento inconscientemente. Solo. 
Matt se volteó y me sonrió con ternura mientras veía dibujarse en su rostro el curveado gesto. Sus pies se hundían en la arena hasta los tobillos en lo que decidió caminar hacia mí y posó su mano derecha en la arena para no sentarse de golpe, en lo que cavilé que debía hacer lo mismo. En lo que me siento a su lado me di cuenta de que estaba oscureciendo.

1.17.2011

Breathless. Capítulo V: Estupor



V

ESTUPOR
(ASTONISHMENT)


Seguimos contemplando su rostro a la expectativa de que le diera continuidad a la acotación que acababa de mencionar. Me senté en una de las sillas del comedor y esperé su respuesta junto a mi madre, que depositó un cucharón de madera en una olla que despedía humo y apoyó ambos brazos en su cadera. Dos grandes arrugas emergían de la tela a causa de la presión que ejercía sobre la postura, como dos grietas en una pared que está punto de desboronarse; aunque refiriéndose a las consecuencias que acarreaba apesadumbrar a mi madre, no había mucha diferencia.
Peter por un momento deseó no haber dicho eso. Confesarnos que tenía un problema con Chloe, nos daba razones para persuadirlo de que finiquitara aquel circo en el que él era un león que su ella podía domar las veces que deseara. A mi madre nunca le pareció correcta tal unión; y por cuestiones de respeto a la felicidad de Peter, en ese sentido solía bajar la guardia.
Peter entreabrió los labios.
-Tengo una cierta sospecha de algo imprevisto. Pero… no estoy seguro.
-¿Y qué se supone que es? –mi mamá luchaba contra la incertidumbre.
Mi hermano no sabía qué hacer o decir. Lo noté en su rostro. Adoptaba una expresión de impotencia por lo que sea que estuviese sucediendo con Chloe en ese momento, quizá frustrado por tener que resignarse a darnos la razón en cuanto a ella, consternado por el hecho de que estábamos en lo cierto, sentía rabia porque evidentemente le molestaba lo que acontecía, o… ¿estaba arrepentido de estar con Chloe?
Respiró profundamente. Luego soltó una gran bocanada de aire y prosiguió:
-Creo que… creo que Chloe está embarazada.
-¿Quéeee??? –mi mamá esbozó un grito muy audible que nos hizo pegar un brinco.
-Pero…
-¿De ti? –no dejó a Peter continuar.
-A eso quería llegar.
-¡Pues dime!
-Nosotros tomamos precauciones, mamá.
Peter estaba abrumado por un nerviosismo muy extraño en él. Hasta sentí que estaba mintiendo. Yo seguía pasmado, hasta que logré intervenir.
-No te creo. ¿Estás seguro que es eso?
-Brandon, no seas ingenuo. Tú no vives con nosotros. Ha estado vomitando a escondidas y anoche me rechazó la cerveza que le ofrecí. Vivimos juntos, créeme que comemos lo mismo.
-Pero quizá a ella le sentó mal esta vez y a ti no.
-¿Por qué la defiendes?
-Yo no…
De nuevo no me dejaron continuar.
-¡UN MOMENTO! –Mi madre estaba harta de nuestro contrapunteo-. ¡No estoy dispuesta a soportar que entre ustedes apoyen o no a Chloe! Son hermanos y los que deben ponerse de acuerdo antes que nadie son ustedes. Ahora tú me vas a explicar algo –se dirigió a Peter, mientras veía a éste tragar saliva- ¿cómo es posible que desde que están viviendo juntos y ni siquiera casados, no han planeado tener un hijo? ¡Me parece absurdo, Peter!
-Mamá, sus padres no quieren que tengamos un hijo hasta que nos casemos por la iglesia.
-Ajá, ¿y piensas hacerlo?
-No de esta forma. No pensando esto.
-¿Entonces qué pruebas tienes para alegar que ella está embarazada? ¿Sólo unos vómitos?
-Sí, quizá.
Mi madre se acercó lentamente a él con los ojos entornados y la mirada fija.
-Tú mismo le vas a mandar a hacer una prueba de embarazo.
-¿QUÉE? ¡Mamá! ¿Estás loca? –dijo Peter, levantándose bruscamente de la silla mientras mamá se echaba para atrás.
-¿Qué pretendes ser tú, Peter? ¿El esposo traicionado?
-Mamá, basta. –le dije.
-No te metas, Brandon.
-¿Ahora no puedo?
-¡No es acerca de ti! ¡Y lo sabes! 
Después de responder mi acotación se volvió hacia Peter.
-Peter, sabes lo preocupada que estoy por tu comportamiento últimamente. Ya no vienes a nuestra casa, estás pálido todo el tiempo, te niegas a comer y siento que nuestra relación ha decaído por culpa de la arpía que tienes por novia.
-Mamá, no sigas por favor.
-No es por meterme en tu vida, Peter. Pero sabes que nunca la he querido.
-¡Puedes tratar! ¡Te guste o no es tu nuera y muy pronto serás abuela!
-¿Qué te hace tan seguro de ese engendro es tu hijo? ¿No será una semilla de una borrachera de las suyas?
-No hables así de ella. Creo que ese no es tu maldito problema. Así que ahórrate tus conclusiones detectivescas.
-¡PETER FINDLAY! ¡No me hables de esa forma, soy tu madre!
-¿Y acaso eso te da derecho a persuadirme acerca de lo que debo o no hacer? ¿Te da derecho a insultar a Chloe de esa manera? ¡Creo que tienes derecho a respetar las decisiones de tus hijos!
Peter no pudo contener más su cólera y sostuvo el jarrón de la mesa entre sus manos y lo estrelló contra el suelo, saliendo de la casa dando un portazo.
Nació de repente un silencio incómodo. Mamá respiraba muy sonoramente, sollozaba y yo trataba de aplicar una postura neutral a lo que había sucedido, pero me era totalmente complicado decidir a quien apoyar. Ambos tenían razón. La vi colocándose las manos sobre la cara, me levanté hacia ella y, abrazándola, le apoyé la cabeza sobre mi hombro mientras la escuchaba llorar y empapar mi franela.
No dijimos nada. El momento fue interrumpido por el borboteo del agua hirviendo. Noté que mi madre preparaba espagueti. Se separó de mí al instante, se enjugó las lágrimas y apagó la hornilla de la cocina mientras me pedía el favor de pasarle el colador. Cuando lo hice, le avisé que iría un rato a casa de Peter, dándole un beso en la mejilla. Crucé la cocina y cuando me hallaba en el pasillo principal, me volteé hacia ella y la vi de espaldas moviendo sus brazos mientras una humareda salía desde el fregadero.
Caminé rápidamente por nuestra residencia, hasta pararme frente a la casa de mi hermano. Subí las escaleras del porche, toqué el timbre y esperé. Me abrió Chloe.
-¿Está…?
-¡Peter! ¡Tu hermano está acá abajo!
El grito fue tan aturdidor que por poco se da cuenta que arrugué el rostro. Fruncí el entrecejo y la miraba adoptando una posición como si estuviera esperando que entablara conversación con ella mientras Peter llegaba.
-¿Por qué no pasas? –me dijo, mientras me señalaba la sala de estar con el dedo pulgar.
-No, no. Aquí estoy bien, necesito hablar algo en…
-… privado –completó mi hermano, que bajó sin que yo lo hubiese podido notar-. Vamos.
Le sonrío entrecortadamente a su novia y nos retiramos juntos hacia la calle.
-¿Caminamos? –me pregunta.
-Eso hacemos, ¿pero hacia dónde?
-A eso me refería.
-No. En realidad debes dejar de hablar como si yo supiera lo que piensas.
-Sí, es cierto –metió su mano derecha en su bolsillo y sacó un cajetín de cigarrillos y un encendedor.
-¿No lo has dejado? Se lo prometiste a mamá.
Me miró como si le hubiese dicho que un meteorito cayó encima de su casa.
-No lo sé, Bran.
-Pues deberías tratar otra vez.
-No, no me refiero a eso. Sé que viniste para que te dijera la verdad.
-¿La disputa entre mamá y tú no fue por la “verdad”? –lo dije mientras usaba mis dedos como comillas.
-Creo que no sabes muy bien lo que sucedió, ¿cierto?
            No respondí, por lo que siguió hablando.
            -Es mejor que si estarás de ahora en adelante más tiempo con los Fletcher, no lo sepas.
            -No puedes confiar en mí, ¿es eso?
            -Brandon, confío en ti. Pero confesarte esto, sería la segunda idiotez más grande que haya cometido.
            -¿Y la primera?
            -Haberlo aceptado y seguir amándola de la manera en la que lo hago. –me dijo con cara de perdedor.
            -¿Aceptar qué? ¿Le das la razón a mamá?
            -¿Cuándo te acostumbraste a decirle “mamá”? –me retó.
            -Es mi mamá también, Pete.
            -Ah, ¿sí? Claro, al parecer creo que hasta te prefiere a ti, ¿no crees?
            -No hables “malditadas”, eso no es verdad. Ella nos quiere por igual.
            -Brandon, no te hagas el ingenuo, sabes muy bien que desde que llegaste mi madre no me toma en cuenta y te trata como el niño especial que necesita cuidado. Eso me ha perjudicado y ha hecho trizas el poco amor que sentía por mí. ¿Te gusta ser el predilecto, ah? Pero hundiendo a tu “hermano” –hizo dos comillas al aire.
            -¿ENTONCES QUÉ RAYOS QUIERES? ¿Quieres que me vaya? ¿Eso?
            -Jamás lo harías. Tienes a mi madre poseída.
            -Claro, porque tal vez yo sí sé valorarla y apreciar todo lo que ha hecho por mí todo este tiempo. Cosa que al parecer tú no sabes recalcar.
            -¿Es eso lo que siempre le dices de mí? ¿Eres tú el que la pone en mi contra, acaso? –se me acercó de una manera tal que nuestras narices se saludaban. Lo empujé levemente para que se separara de mí y siguió asediándome.
            -¡Yo jamás le he hablado mal de ti! ¡Yo te quiero, hermano!
            -¡Claro, me quieres! Pero después me apuñaleas por la espalda.
Nos detuvimos en medio de la acera. Un pequeño pájaro pasó volando arriba de nosotros. Miré a mi hermano percibiendo que intentaba bloquear mis flechas lanzándome el escudo a la cabeza… o el osito de Hanna. Escuché una corneta y se trataba de un señor muy obeso que vivía en la casa de la esquina, tratando de espantar a un perro que se atravesó en la vía mientras intentaba pasar con su auto. Mi hermano me miró satisfecho botándome el humo en la cara, cosa que sabe que odio.
            -¿Qué maldita sea te pasa? ¿Peleaste con tu novia perfecta, acaso?
            A raíz de ese comentario me propició un golpe en la cara tan fuerte que me hizo sangrar la nariz. Yo me abalancé contra él y lo apoyé contra un poste que iluminaba el espacio en donde nos hallábamos y le dije en forma de susurro:
            -No sé qué rayos te pasó con Chloe, pero déjame decirte que tal hecho no te da derecho a golpearme cuando te reprocho algo debido a los motivos por los cuales has cambiado con mamá y conmigo. El que golpea a un ser querido con las defensas bajas, es un traidor. Y yo no te considero un traidor, ¿o sí lo eres hermanito? –por un momento le hice sentir que aunque él me juzgó injustamente, yo no hice lo mismo.           Se quedó perplejo y en silencio, por lo que procedí a soltarlo. Me limpié la sangre con mi pañuelo de seda, el cual traía en un bolsillo, y me dispuse a hablarle a mi hermano de forma calmada.
            -Yo sé que entre ustedes pasó algo, pero si no quieres confesármelo porque no confías en mí, o porque simplemente no te nace hacerlo, te entiendo. Pero no hieras a mi mamá. Puedes herirme a mí si quieres, pero a ella no.
            Me visualizó por unos segundos y luego soltó unas pequeñas palabras sueltas:
            -No sé… qué… hacer con esto.
            -¿Puedo servirte de ayuda, Pete?
            -No, discúlpame, pero me avergüenza decirte esto, e indiscutiblemente no me puedes ayudar. Ya el daño está hecho.
            -¿Rompiste con ella? ¿O qué?
            -No. Quizá haber roto nuestra relación antes de todo esto hubiese sido la mejor idea nunca antes pensada.
            -Deja de balbucear, ¿quieres ir al grano? Un momento, ¿estás… llorando?
            De los ojos de mi hermano, brillando a causa de las tenues luces que opacaban la oscuridad, comenzaron a brotar unas pequeñas lágrimas que se asomaron denotando una pizca de impotencia y desconcierto.
            -No me hagas esto, hermano. Estoy muy… deprimido, desilusionado, no sé ni qué siento. –me dijo.
            -¿Qué pasó?
            -Me hice el examen. El que te dije que me haría antes de acampar. El seminograma. –me respondió muy asustado.
            -¿Y qué resultado dieron? –le hice notar mi preocupación.
            -Soy un maldito estéril, Brandon. No podré tener hijos con Chloe. Por eso presiento que se acostó con alguien más, hermano. Pero me desconcierta, ya que entre los dos buscaríamos la solución de tener un hijo.
            -¿CÓMO? ¿Pero… por qué? ¿Cómo te enteraste de todo?
            -No quiero hablar de esto, ella me debe estar esperando. Hace frío ya, mejor métete a casa, ¿sí?
            -Pero… ¡Peter! –me dejó hablando solo y se encaminó sin despedirse a su casa.
            En este momento lo entendí. Comprendí completamente las razones de su conducta. Comencé a caminar hacia mi casa. Ya se hacía de noche.
            Las dudas y los recuerdos abrumaron mi cabeza. Mi madre –sí que lo era- al parecer tenía razón sobre lo que discutimos hace unos minutos en su cocina. La actitud de Peter era muy extraña, eso era cierto. Su actitud pacífica y menos defensiva de lo normal. Todo concordaba, lo más incierto era que no sabía de qué se trataba ese “todo”, pero mi mamá lo sospechaba. Por algo nos regresamos antes de tiempo de la casa de Matt.
Sin saber por qué ahora decía “la casa de Matt”, cuando antes de conocerlo, mencionaba “casa de Joanne”, pensé en el aludido de repente. Qué estará haciendo, qué no. Desconociendo mi repentina reacción de volver a casa de Peter, corrí hacia allá como un despavorido gallo que está a punto de ser decapitado por el hacha de un gigante. Toqué el timbre de nuevo y me abrió él.
            -¿Qué pasó, hermanito? –me pregunta.
            -¿Dónde está Chloe?
            -¿Para qué quieres ver a Chloe? No le digas nada, Brandon.
            -No seas… ¡yo no le voy a decir nada!
            Mirándome con una expresión de desconcierto, la llama y ella se acerca rápidamente hacia el vestíbulo, pero al ver que yo la solicitaba en la puerta, correteó hacia nosotros.
            -Dime, Brandy.
            -Sabes que odio que me llames así. Como sea. Necesito…
            -¿Brandon Gill, necesitando algo de mí?
            -No sé a qué quieres llegar con esto, pero necesito el número de teléfono de la casa de tu amiga, Joanne.
            Ambos abrieron los ojos como platos y Chloe esbozó una sonrisa pícara inclinando su cuello hacia atrás, como una bruja malvada, diría mi mamá. Dispuesta a saber para qué lo quería. Sin que lo preguntaran se los dije.
            -Quiero contactar a…
            -… Matt. –completaron ellos.
            -¿Ah? ¿Cómo sabían?
            -Te conozco, hermano. –me dice Peter.
Chloe fue hacia la cocina y buscó su pequeño bloquecillo de post-it rosado y me escribió un número de siete dígitos en una de las hojitas, la arrancó y me la pegó en la frente, soltando una carcajada. Me lo quité de la frente y lo doblé con mi mano, metiéndolo en mi bolsillo. Peter me abordó, colocándome la mano derecha en el hombro izquierdo mientras se apoyaba la mano libre en su mejilla, como si eso lo ayudase a aclarar más sus pensamientos...
-Espera, ¿por eso no querías irte? ¡Claro, ahora lo comprendo!
-¿Qué es lo que comprendes? –le digo con tez seria.
-Te gusta, ¿eh?
-Olvídalo. Ah, gracias Chloe. –le dije a la aludida, mientras me zafaba rápidamente de mi hermano.
-¡No tienes por qué avergonzarte! ¡Joanne me parece hermosa! –me grita Peter, debido a que la distancia nos separaba y nos era imposible escucharnos.
Mientras le hago un gesto hermoso con mi dedo más grande, veo a Chloe golpearle el hombro con un puño y me alejo de su porche con aire triunfante, y eso, por pocos instantes me hizo sentir como un idiota.
Faltaban quince minutos para las siete de la noche. Llegué a casa y mi madre me preguntó por qué había tardado tanto, al mismo tiempo en el que servía el espagueti en los platos de porcelana que reposaban sobre el comedor, encima de unos manteles de cuadros rojos con blanco. Mamá correteaba por la cocina como si tuviese invitados especiales aguardando hambrientos en la sala de estar. Me senté sin hacer ruido en una de las sillas y mi madre tapó las ollas y se sentó conmigo.
-¡Ay! ¡Los cubiertos! –dijo ella sobresaltada.
-Tranquila, “ma”, yo los busco. –Cuando la vi con la intención de levantarse a buscarlos, hice un gesto con mi mano izquierda para que se quedara sentada y me levanté hacia el estante en donde se encontraban.
Apenas los traje y le ofrecí su par, me senté y me preguntó antes de meterse un gran bocado de comida:         
-¿Has pensado acerca de cuidar a la señora Farmgold mientras su hija se va a su postgrado en el exterior?
-Mmm, no lo sé, mamá. No sé cómo llegar allá, el único que sabe es Peter.
-¡Pues, él puede llevarte!
-Sí, ma. Pero recuerda que es mucho tiempo.
-Te prometo que todos los días te enviaré dinero para que no pases trabajo.
-No es eso, y lo sabes. No quiero sentirme tan separado de ti tanto tiempo sin saber cuándo podría regresar. No quiero estar solo.
Resignado, bajé la cabeza concentrándome en mi plato. Mi madre me agarró la barbilla y subió mi rostro hacia ella.
-Cariño, nunca más volverás a estar solo. Eso te lo aseguro. –me dedicó una sonrisa y me inclinó sobre la mesa para besarme la frente.
Le sonreí cariñosamente y seguimos comiendo. Al terminar, nos paramos de las sillas y yo tomé ambos platos para colocarlos dentro del fregadero. En lo que mi madre me vio agarrando la esponja se abalanzó sobre mí y me dijo que no lo hiciera.
-¡No, no! ¡Déjamelo a mí, cariño! No hace falta.
-Sólo quiero ayudarte, mamá. –le dije mientras escuchamos el timbre de la puerta.
-¡Anda a abrir! ¿Sí?
-Está bien.
Estaba algo cansado. Había dormido malísimo la noche anterior, necesitaba un baño y tenía una llamada que hacer. En lo que grito hacia la puerta un “ya voy”, la abro y veo a un cartero que me entrega una carta y al ver que el nombre del destinatario no soy yo, ni mi mamá, se lo indico al chico y le digo que la dirección coincide pero no el número de casa. La nuestra era la 24 y la carta iba a la 27. La letra de la persona era casi ilegible.
-¿Y no sabes dónde es esa casa? –me preguntó confundido.
-Esa casa está detrás de ésta. Sólo da la vuelta.
-Wow, casa equivocada entonces. Esta persona debería escribir mejor.
-Sí, en realidad a mí me costó también averiguarlo.
-¡Muchas gracias, amigo, y disculpa!
-No hay problema, hermano.
Casa equivocada.
Fruncí el entrecejo y me fui hacia la cocina.
-¿Mamá?
-Dime, cariño.
Lo dudé por un momento, pero al final cedí a preguntárselo.
-¿Por qué la señora Farmgold necesita cuidado? La abuela puede ir al baño sola.
-Sí, Bran. Pero tu abuela no tiene Alzheimer.
-Oh, pobre.
-Kelly no halla qué hacer con ella. No puede cuidarla más, tiene que velar por sus estudios y no tiene el dinero suficiente para enviarla a un asilo. De hecho, ayer me llamó y me dijo que una noble muchacha tuvo que llevarla hasta su casa porque había metido sus llaves en la suya.
-Sí, debe ser terrible. ¿Pero no podríamos darle un préstamo, o algo?
-Hijo, tendría que ser mensualmente. No es que no podamos, pero debo pagar tus estudios y hacerme cargo de nuestra casa.
-Y ayudar a Peter con su matricidio.
Mi madre soltó una carcajada.
-¡Brandon! ¡Soy yo la que no quiere nada con Chloe!
-Pues deberías tratar lo contrario. A Peter le encantaría. Espera un momento, ma…
-¿Qué pasó, hijito? –mi mamá me miró preocupada.
-¿Dónde vive la señora Farmgold?
-En Manhattan, cariño. ¡Ah, justo en la residencia en donde vive la amiga de Chloe! No recuerdo el nombre de ése sitio.
Me quedé en blanco. Debía ir a cuidar a la señora Farmgold, la cual vive en la misma residencia de Joanne. De Matt. ¿Será eso una coincidencia? ¿El destino me está uniendo a Matt? Vi a mi madre darse cuenta de mi reacción y quiso decirme algo, pero se lo guardó para sí.
-Me iré a mi cuarto.
-De acuerdo, cariño. ¿Estás bien?
-Sí, sí. Sólo me daré un baño. –salí de la cocina y subí al cuarto a quitarme la ropa para ducharme.