1.17.2011

Breathless. Capítulo V: Estupor



V

ESTUPOR
(ASTONISHMENT)


Seguimos contemplando su rostro a la expectativa de que le diera continuidad a la acotación que acababa de mencionar. Me senté en una de las sillas del comedor y esperé su respuesta junto a mi madre, que depositó un cucharón de madera en una olla que despedía humo y apoyó ambos brazos en su cadera. Dos grandes arrugas emergían de la tela a causa de la presión que ejercía sobre la postura, como dos grietas en una pared que está punto de desboronarse; aunque refiriéndose a las consecuencias que acarreaba apesadumbrar a mi madre, no había mucha diferencia.
Peter por un momento deseó no haber dicho eso. Confesarnos que tenía un problema con Chloe, nos daba razones para persuadirlo de que finiquitara aquel circo en el que él era un león que su ella podía domar las veces que deseara. A mi madre nunca le pareció correcta tal unión; y por cuestiones de respeto a la felicidad de Peter, en ese sentido solía bajar la guardia.
Peter entreabrió los labios.
-Tengo una cierta sospecha de algo imprevisto. Pero… no estoy seguro.
-¿Y qué se supone que es? –mi mamá luchaba contra la incertidumbre.
Mi hermano no sabía qué hacer o decir. Lo noté en su rostro. Adoptaba una expresión de impotencia por lo que sea que estuviese sucediendo con Chloe en ese momento, quizá frustrado por tener que resignarse a darnos la razón en cuanto a ella, consternado por el hecho de que estábamos en lo cierto, sentía rabia porque evidentemente le molestaba lo que acontecía, o… ¿estaba arrepentido de estar con Chloe?
Respiró profundamente. Luego soltó una gran bocanada de aire y prosiguió:
-Creo que… creo que Chloe está embarazada.
-¿Quéeee??? –mi mamá esbozó un grito muy audible que nos hizo pegar un brinco.
-Pero…
-¿De ti? –no dejó a Peter continuar.
-A eso quería llegar.
-¡Pues dime!
-Nosotros tomamos precauciones, mamá.
Peter estaba abrumado por un nerviosismo muy extraño en él. Hasta sentí que estaba mintiendo. Yo seguía pasmado, hasta que logré intervenir.
-No te creo. ¿Estás seguro que es eso?
-Brandon, no seas ingenuo. Tú no vives con nosotros. Ha estado vomitando a escondidas y anoche me rechazó la cerveza que le ofrecí. Vivimos juntos, créeme que comemos lo mismo.
-Pero quizá a ella le sentó mal esta vez y a ti no.
-¿Por qué la defiendes?
-Yo no…
De nuevo no me dejaron continuar.
-¡UN MOMENTO! –Mi madre estaba harta de nuestro contrapunteo-. ¡No estoy dispuesta a soportar que entre ustedes apoyen o no a Chloe! Son hermanos y los que deben ponerse de acuerdo antes que nadie son ustedes. Ahora tú me vas a explicar algo –se dirigió a Peter, mientras veía a éste tragar saliva- ¿cómo es posible que desde que están viviendo juntos y ni siquiera casados, no han planeado tener un hijo? ¡Me parece absurdo, Peter!
-Mamá, sus padres no quieren que tengamos un hijo hasta que nos casemos por la iglesia.
-Ajá, ¿y piensas hacerlo?
-No de esta forma. No pensando esto.
-¿Entonces qué pruebas tienes para alegar que ella está embarazada? ¿Sólo unos vómitos?
-Sí, quizá.
Mi madre se acercó lentamente a él con los ojos entornados y la mirada fija.
-Tú mismo le vas a mandar a hacer una prueba de embarazo.
-¿QUÉE? ¡Mamá! ¿Estás loca? –dijo Peter, levantándose bruscamente de la silla mientras mamá se echaba para atrás.
-¿Qué pretendes ser tú, Peter? ¿El esposo traicionado?
-Mamá, basta. –le dije.
-No te metas, Brandon.
-¿Ahora no puedo?
-¡No es acerca de ti! ¡Y lo sabes! 
Después de responder mi acotación se volvió hacia Peter.
-Peter, sabes lo preocupada que estoy por tu comportamiento últimamente. Ya no vienes a nuestra casa, estás pálido todo el tiempo, te niegas a comer y siento que nuestra relación ha decaído por culpa de la arpía que tienes por novia.
-Mamá, no sigas por favor.
-No es por meterme en tu vida, Peter. Pero sabes que nunca la he querido.
-¡Puedes tratar! ¡Te guste o no es tu nuera y muy pronto serás abuela!
-¿Qué te hace tan seguro de ese engendro es tu hijo? ¿No será una semilla de una borrachera de las suyas?
-No hables así de ella. Creo que ese no es tu maldito problema. Así que ahórrate tus conclusiones detectivescas.
-¡PETER FINDLAY! ¡No me hables de esa forma, soy tu madre!
-¿Y acaso eso te da derecho a persuadirme acerca de lo que debo o no hacer? ¿Te da derecho a insultar a Chloe de esa manera? ¡Creo que tienes derecho a respetar las decisiones de tus hijos!
Peter no pudo contener más su cólera y sostuvo el jarrón de la mesa entre sus manos y lo estrelló contra el suelo, saliendo de la casa dando un portazo.
Nació de repente un silencio incómodo. Mamá respiraba muy sonoramente, sollozaba y yo trataba de aplicar una postura neutral a lo que había sucedido, pero me era totalmente complicado decidir a quien apoyar. Ambos tenían razón. La vi colocándose las manos sobre la cara, me levanté hacia ella y, abrazándola, le apoyé la cabeza sobre mi hombro mientras la escuchaba llorar y empapar mi franela.
No dijimos nada. El momento fue interrumpido por el borboteo del agua hirviendo. Noté que mi madre preparaba espagueti. Se separó de mí al instante, se enjugó las lágrimas y apagó la hornilla de la cocina mientras me pedía el favor de pasarle el colador. Cuando lo hice, le avisé que iría un rato a casa de Peter, dándole un beso en la mejilla. Crucé la cocina y cuando me hallaba en el pasillo principal, me volteé hacia ella y la vi de espaldas moviendo sus brazos mientras una humareda salía desde el fregadero.
Caminé rápidamente por nuestra residencia, hasta pararme frente a la casa de mi hermano. Subí las escaleras del porche, toqué el timbre y esperé. Me abrió Chloe.
-¿Está…?
-¡Peter! ¡Tu hermano está acá abajo!
El grito fue tan aturdidor que por poco se da cuenta que arrugué el rostro. Fruncí el entrecejo y la miraba adoptando una posición como si estuviera esperando que entablara conversación con ella mientras Peter llegaba.
-¿Por qué no pasas? –me dijo, mientras me señalaba la sala de estar con el dedo pulgar.
-No, no. Aquí estoy bien, necesito hablar algo en…
-… privado –completó mi hermano, que bajó sin que yo lo hubiese podido notar-. Vamos.
Le sonrío entrecortadamente a su novia y nos retiramos juntos hacia la calle.
-¿Caminamos? –me pregunta.
-Eso hacemos, ¿pero hacia dónde?
-A eso me refería.
-No. En realidad debes dejar de hablar como si yo supiera lo que piensas.
-Sí, es cierto –metió su mano derecha en su bolsillo y sacó un cajetín de cigarrillos y un encendedor.
-¿No lo has dejado? Se lo prometiste a mamá.
Me miró como si le hubiese dicho que un meteorito cayó encima de su casa.
-No lo sé, Bran.
-Pues deberías tratar otra vez.
-No, no me refiero a eso. Sé que viniste para que te dijera la verdad.
-¿La disputa entre mamá y tú no fue por la “verdad”? –lo dije mientras usaba mis dedos como comillas.
-Creo que no sabes muy bien lo que sucedió, ¿cierto?
            No respondí, por lo que siguió hablando.
            -Es mejor que si estarás de ahora en adelante más tiempo con los Fletcher, no lo sepas.
            -No puedes confiar en mí, ¿es eso?
            -Brandon, confío en ti. Pero confesarte esto, sería la segunda idiotez más grande que haya cometido.
            -¿Y la primera?
            -Haberlo aceptado y seguir amándola de la manera en la que lo hago. –me dijo con cara de perdedor.
            -¿Aceptar qué? ¿Le das la razón a mamá?
            -¿Cuándo te acostumbraste a decirle “mamá”? –me retó.
            -Es mi mamá también, Pete.
            -Ah, ¿sí? Claro, al parecer creo que hasta te prefiere a ti, ¿no crees?
            -No hables “malditadas”, eso no es verdad. Ella nos quiere por igual.
            -Brandon, no te hagas el ingenuo, sabes muy bien que desde que llegaste mi madre no me toma en cuenta y te trata como el niño especial que necesita cuidado. Eso me ha perjudicado y ha hecho trizas el poco amor que sentía por mí. ¿Te gusta ser el predilecto, ah? Pero hundiendo a tu “hermano” –hizo dos comillas al aire.
            -¿ENTONCES QUÉ RAYOS QUIERES? ¿Quieres que me vaya? ¿Eso?
            -Jamás lo harías. Tienes a mi madre poseída.
            -Claro, porque tal vez yo sí sé valorarla y apreciar todo lo que ha hecho por mí todo este tiempo. Cosa que al parecer tú no sabes recalcar.
            -¿Es eso lo que siempre le dices de mí? ¿Eres tú el que la pone en mi contra, acaso? –se me acercó de una manera tal que nuestras narices se saludaban. Lo empujé levemente para que se separara de mí y siguió asediándome.
            -¡Yo jamás le he hablado mal de ti! ¡Yo te quiero, hermano!
            -¡Claro, me quieres! Pero después me apuñaleas por la espalda.
Nos detuvimos en medio de la acera. Un pequeño pájaro pasó volando arriba de nosotros. Miré a mi hermano percibiendo que intentaba bloquear mis flechas lanzándome el escudo a la cabeza… o el osito de Hanna. Escuché una corneta y se trataba de un señor muy obeso que vivía en la casa de la esquina, tratando de espantar a un perro que se atravesó en la vía mientras intentaba pasar con su auto. Mi hermano me miró satisfecho botándome el humo en la cara, cosa que sabe que odio.
            -¿Qué maldita sea te pasa? ¿Peleaste con tu novia perfecta, acaso?
            A raíz de ese comentario me propició un golpe en la cara tan fuerte que me hizo sangrar la nariz. Yo me abalancé contra él y lo apoyé contra un poste que iluminaba el espacio en donde nos hallábamos y le dije en forma de susurro:
            -No sé qué rayos te pasó con Chloe, pero déjame decirte que tal hecho no te da derecho a golpearme cuando te reprocho algo debido a los motivos por los cuales has cambiado con mamá y conmigo. El que golpea a un ser querido con las defensas bajas, es un traidor. Y yo no te considero un traidor, ¿o sí lo eres hermanito? –por un momento le hice sentir que aunque él me juzgó injustamente, yo no hice lo mismo.           Se quedó perplejo y en silencio, por lo que procedí a soltarlo. Me limpié la sangre con mi pañuelo de seda, el cual traía en un bolsillo, y me dispuse a hablarle a mi hermano de forma calmada.
            -Yo sé que entre ustedes pasó algo, pero si no quieres confesármelo porque no confías en mí, o porque simplemente no te nace hacerlo, te entiendo. Pero no hieras a mi mamá. Puedes herirme a mí si quieres, pero a ella no.
            Me visualizó por unos segundos y luego soltó unas pequeñas palabras sueltas:
            -No sé… qué… hacer con esto.
            -¿Puedo servirte de ayuda, Pete?
            -No, discúlpame, pero me avergüenza decirte esto, e indiscutiblemente no me puedes ayudar. Ya el daño está hecho.
            -¿Rompiste con ella? ¿O qué?
            -No. Quizá haber roto nuestra relación antes de todo esto hubiese sido la mejor idea nunca antes pensada.
            -Deja de balbucear, ¿quieres ir al grano? Un momento, ¿estás… llorando?
            De los ojos de mi hermano, brillando a causa de las tenues luces que opacaban la oscuridad, comenzaron a brotar unas pequeñas lágrimas que se asomaron denotando una pizca de impotencia y desconcierto.
            -No me hagas esto, hermano. Estoy muy… deprimido, desilusionado, no sé ni qué siento. –me dijo.
            -¿Qué pasó?
            -Me hice el examen. El que te dije que me haría antes de acampar. El seminograma. –me respondió muy asustado.
            -¿Y qué resultado dieron? –le hice notar mi preocupación.
            -Soy un maldito estéril, Brandon. No podré tener hijos con Chloe. Por eso presiento que se acostó con alguien más, hermano. Pero me desconcierta, ya que entre los dos buscaríamos la solución de tener un hijo.
            -¿CÓMO? ¿Pero… por qué? ¿Cómo te enteraste de todo?
            -No quiero hablar de esto, ella me debe estar esperando. Hace frío ya, mejor métete a casa, ¿sí?
            -Pero… ¡Peter! –me dejó hablando solo y se encaminó sin despedirse a su casa.
            En este momento lo entendí. Comprendí completamente las razones de su conducta. Comencé a caminar hacia mi casa. Ya se hacía de noche.
            Las dudas y los recuerdos abrumaron mi cabeza. Mi madre –sí que lo era- al parecer tenía razón sobre lo que discutimos hace unos minutos en su cocina. La actitud de Peter era muy extraña, eso era cierto. Su actitud pacífica y menos defensiva de lo normal. Todo concordaba, lo más incierto era que no sabía de qué se trataba ese “todo”, pero mi mamá lo sospechaba. Por algo nos regresamos antes de tiempo de la casa de Matt.
Sin saber por qué ahora decía “la casa de Matt”, cuando antes de conocerlo, mencionaba “casa de Joanne”, pensé en el aludido de repente. Qué estará haciendo, qué no. Desconociendo mi repentina reacción de volver a casa de Peter, corrí hacia allá como un despavorido gallo que está a punto de ser decapitado por el hacha de un gigante. Toqué el timbre de nuevo y me abrió él.
            -¿Qué pasó, hermanito? –me pregunta.
            -¿Dónde está Chloe?
            -¿Para qué quieres ver a Chloe? No le digas nada, Brandon.
            -No seas… ¡yo no le voy a decir nada!
            Mirándome con una expresión de desconcierto, la llama y ella se acerca rápidamente hacia el vestíbulo, pero al ver que yo la solicitaba en la puerta, correteó hacia nosotros.
            -Dime, Brandy.
            -Sabes que odio que me llames así. Como sea. Necesito…
            -¿Brandon Gill, necesitando algo de mí?
            -No sé a qué quieres llegar con esto, pero necesito el número de teléfono de la casa de tu amiga, Joanne.
            Ambos abrieron los ojos como platos y Chloe esbozó una sonrisa pícara inclinando su cuello hacia atrás, como una bruja malvada, diría mi mamá. Dispuesta a saber para qué lo quería. Sin que lo preguntaran se los dije.
            -Quiero contactar a…
            -… Matt. –completaron ellos.
            -¿Ah? ¿Cómo sabían?
            -Te conozco, hermano. –me dice Peter.
Chloe fue hacia la cocina y buscó su pequeño bloquecillo de post-it rosado y me escribió un número de siete dígitos en una de las hojitas, la arrancó y me la pegó en la frente, soltando una carcajada. Me lo quité de la frente y lo doblé con mi mano, metiéndolo en mi bolsillo. Peter me abordó, colocándome la mano derecha en el hombro izquierdo mientras se apoyaba la mano libre en su mejilla, como si eso lo ayudase a aclarar más sus pensamientos...
-Espera, ¿por eso no querías irte? ¡Claro, ahora lo comprendo!
-¿Qué es lo que comprendes? –le digo con tez seria.
-Te gusta, ¿eh?
-Olvídalo. Ah, gracias Chloe. –le dije a la aludida, mientras me zafaba rápidamente de mi hermano.
-¡No tienes por qué avergonzarte! ¡Joanne me parece hermosa! –me grita Peter, debido a que la distancia nos separaba y nos era imposible escucharnos.
Mientras le hago un gesto hermoso con mi dedo más grande, veo a Chloe golpearle el hombro con un puño y me alejo de su porche con aire triunfante, y eso, por pocos instantes me hizo sentir como un idiota.
Faltaban quince minutos para las siete de la noche. Llegué a casa y mi madre me preguntó por qué había tardado tanto, al mismo tiempo en el que servía el espagueti en los platos de porcelana que reposaban sobre el comedor, encima de unos manteles de cuadros rojos con blanco. Mamá correteaba por la cocina como si tuviese invitados especiales aguardando hambrientos en la sala de estar. Me senté sin hacer ruido en una de las sillas y mi madre tapó las ollas y se sentó conmigo.
-¡Ay! ¡Los cubiertos! –dijo ella sobresaltada.
-Tranquila, “ma”, yo los busco. –Cuando la vi con la intención de levantarse a buscarlos, hice un gesto con mi mano izquierda para que se quedara sentada y me levanté hacia el estante en donde se encontraban.
Apenas los traje y le ofrecí su par, me senté y me preguntó antes de meterse un gran bocado de comida:         
-¿Has pensado acerca de cuidar a la señora Farmgold mientras su hija se va a su postgrado en el exterior?
-Mmm, no lo sé, mamá. No sé cómo llegar allá, el único que sabe es Peter.
-¡Pues, él puede llevarte!
-Sí, ma. Pero recuerda que es mucho tiempo.
-Te prometo que todos los días te enviaré dinero para que no pases trabajo.
-No es eso, y lo sabes. No quiero sentirme tan separado de ti tanto tiempo sin saber cuándo podría regresar. No quiero estar solo.
Resignado, bajé la cabeza concentrándome en mi plato. Mi madre me agarró la barbilla y subió mi rostro hacia ella.
-Cariño, nunca más volverás a estar solo. Eso te lo aseguro. –me dedicó una sonrisa y me inclinó sobre la mesa para besarme la frente.
Le sonreí cariñosamente y seguimos comiendo. Al terminar, nos paramos de las sillas y yo tomé ambos platos para colocarlos dentro del fregadero. En lo que mi madre me vio agarrando la esponja se abalanzó sobre mí y me dijo que no lo hiciera.
-¡No, no! ¡Déjamelo a mí, cariño! No hace falta.
-Sólo quiero ayudarte, mamá. –le dije mientras escuchamos el timbre de la puerta.
-¡Anda a abrir! ¿Sí?
-Está bien.
Estaba algo cansado. Había dormido malísimo la noche anterior, necesitaba un baño y tenía una llamada que hacer. En lo que grito hacia la puerta un “ya voy”, la abro y veo a un cartero que me entrega una carta y al ver que el nombre del destinatario no soy yo, ni mi mamá, se lo indico al chico y le digo que la dirección coincide pero no el número de casa. La nuestra era la 24 y la carta iba a la 27. La letra de la persona era casi ilegible.
-¿Y no sabes dónde es esa casa? –me preguntó confundido.
-Esa casa está detrás de ésta. Sólo da la vuelta.
-Wow, casa equivocada entonces. Esta persona debería escribir mejor.
-Sí, en realidad a mí me costó también averiguarlo.
-¡Muchas gracias, amigo, y disculpa!
-No hay problema, hermano.
Casa equivocada.
Fruncí el entrecejo y me fui hacia la cocina.
-¿Mamá?
-Dime, cariño.
Lo dudé por un momento, pero al final cedí a preguntárselo.
-¿Por qué la señora Farmgold necesita cuidado? La abuela puede ir al baño sola.
-Sí, Bran. Pero tu abuela no tiene Alzheimer.
-Oh, pobre.
-Kelly no halla qué hacer con ella. No puede cuidarla más, tiene que velar por sus estudios y no tiene el dinero suficiente para enviarla a un asilo. De hecho, ayer me llamó y me dijo que una noble muchacha tuvo que llevarla hasta su casa porque había metido sus llaves en la suya.
-Sí, debe ser terrible. ¿Pero no podríamos darle un préstamo, o algo?
-Hijo, tendría que ser mensualmente. No es que no podamos, pero debo pagar tus estudios y hacerme cargo de nuestra casa.
-Y ayudar a Peter con su matricidio.
Mi madre soltó una carcajada.
-¡Brandon! ¡Soy yo la que no quiere nada con Chloe!
-Pues deberías tratar lo contrario. A Peter le encantaría. Espera un momento, ma…
-¿Qué pasó, hijito? –mi mamá me miró preocupada.
-¿Dónde vive la señora Farmgold?
-En Manhattan, cariño. ¡Ah, justo en la residencia en donde vive la amiga de Chloe! No recuerdo el nombre de ése sitio.
Me quedé en blanco. Debía ir a cuidar a la señora Farmgold, la cual vive en la misma residencia de Joanne. De Matt. ¿Será eso una coincidencia? ¿El destino me está uniendo a Matt? Vi a mi madre darse cuenta de mi reacción y quiso decirme algo, pero se lo guardó para sí.
-Me iré a mi cuarto.
-De acuerdo, cariño. ¿Estás bien?
-Sí, sí. Sólo me daré un baño. –salí de la cocina y subí al cuarto a quitarme la ropa para ducharme.

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