1.17.2011

Breathless. Capítulo V: Estupor



V

ESTUPOR
(ASTONISHMENT)


Seguimos contemplando su rostro a la expectativa de que le diera continuidad a la acotación que acababa de mencionar. Me senté en una de las sillas del comedor y esperé su respuesta junto a mi madre, que depositó un cucharón de madera en una olla que despedía humo y apoyó ambos brazos en su cadera. Dos grandes arrugas emergían de la tela a causa de la presión que ejercía sobre la postura, como dos grietas en una pared que está punto de desboronarse; aunque refiriéndose a las consecuencias que acarreaba apesadumbrar a mi madre, no había mucha diferencia.
Peter por un momento deseó no haber dicho eso. Confesarnos que tenía un problema con Chloe, nos daba razones para persuadirlo de que finiquitara aquel circo en el que él era un león que su ella podía domar las veces que deseara. A mi madre nunca le pareció correcta tal unión; y por cuestiones de respeto a la felicidad de Peter, en ese sentido solía bajar la guardia.
Peter entreabrió los labios.
-Tengo una cierta sospecha de algo imprevisto. Pero… no estoy seguro.
-¿Y qué se supone que es? –mi mamá luchaba contra la incertidumbre.
Mi hermano no sabía qué hacer o decir. Lo noté en su rostro. Adoptaba una expresión de impotencia por lo que sea que estuviese sucediendo con Chloe en ese momento, quizá frustrado por tener que resignarse a darnos la razón en cuanto a ella, consternado por el hecho de que estábamos en lo cierto, sentía rabia porque evidentemente le molestaba lo que acontecía, o… ¿estaba arrepentido de estar con Chloe?
Respiró profundamente. Luego soltó una gran bocanada de aire y prosiguió:
-Creo que… creo que Chloe está embarazada.
-¿Quéeee??? –mi mamá esbozó un grito muy audible que nos hizo pegar un brinco.
-Pero…
-¿De ti? –no dejó a Peter continuar.
-A eso quería llegar.
-¡Pues dime!
-Nosotros tomamos precauciones, mamá.
Peter estaba abrumado por un nerviosismo muy extraño en él. Hasta sentí que estaba mintiendo. Yo seguía pasmado, hasta que logré intervenir.
-No te creo. ¿Estás seguro que es eso?
-Brandon, no seas ingenuo. Tú no vives con nosotros. Ha estado vomitando a escondidas y anoche me rechazó la cerveza que le ofrecí. Vivimos juntos, créeme que comemos lo mismo.
-Pero quizá a ella le sentó mal esta vez y a ti no.
-¿Por qué la defiendes?
-Yo no…
De nuevo no me dejaron continuar.
-¡UN MOMENTO! –Mi madre estaba harta de nuestro contrapunteo-. ¡No estoy dispuesta a soportar que entre ustedes apoyen o no a Chloe! Son hermanos y los que deben ponerse de acuerdo antes que nadie son ustedes. Ahora tú me vas a explicar algo –se dirigió a Peter, mientras veía a éste tragar saliva- ¿cómo es posible que desde que están viviendo juntos y ni siquiera casados, no han planeado tener un hijo? ¡Me parece absurdo, Peter!
-Mamá, sus padres no quieren que tengamos un hijo hasta que nos casemos por la iglesia.
-Ajá, ¿y piensas hacerlo?
-No de esta forma. No pensando esto.
-¿Entonces qué pruebas tienes para alegar que ella está embarazada? ¿Sólo unos vómitos?
-Sí, quizá.
Mi madre se acercó lentamente a él con los ojos entornados y la mirada fija.
-Tú mismo le vas a mandar a hacer una prueba de embarazo.
-¿QUÉE? ¡Mamá! ¿Estás loca? –dijo Peter, levantándose bruscamente de la silla mientras mamá se echaba para atrás.
-¿Qué pretendes ser tú, Peter? ¿El esposo traicionado?
-Mamá, basta. –le dije.
-No te metas, Brandon.
-¿Ahora no puedo?
-¡No es acerca de ti! ¡Y lo sabes! 
Después de responder mi acotación se volvió hacia Peter.
-Peter, sabes lo preocupada que estoy por tu comportamiento últimamente. Ya no vienes a nuestra casa, estás pálido todo el tiempo, te niegas a comer y siento que nuestra relación ha decaído por culpa de la arpía que tienes por novia.
-Mamá, no sigas por favor.
-No es por meterme en tu vida, Peter. Pero sabes que nunca la he querido.
-¡Puedes tratar! ¡Te guste o no es tu nuera y muy pronto serás abuela!
-¿Qué te hace tan seguro de ese engendro es tu hijo? ¿No será una semilla de una borrachera de las suyas?
-No hables así de ella. Creo que ese no es tu maldito problema. Así que ahórrate tus conclusiones detectivescas.
-¡PETER FINDLAY! ¡No me hables de esa forma, soy tu madre!
-¿Y acaso eso te da derecho a persuadirme acerca de lo que debo o no hacer? ¿Te da derecho a insultar a Chloe de esa manera? ¡Creo que tienes derecho a respetar las decisiones de tus hijos!
Peter no pudo contener más su cólera y sostuvo el jarrón de la mesa entre sus manos y lo estrelló contra el suelo, saliendo de la casa dando un portazo.
Nació de repente un silencio incómodo. Mamá respiraba muy sonoramente, sollozaba y yo trataba de aplicar una postura neutral a lo que había sucedido, pero me era totalmente complicado decidir a quien apoyar. Ambos tenían razón. La vi colocándose las manos sobre la cara, me levanté hacia ella y, abrazándola, le apoyé la cabeza sobre mi hombro mientras la escuchaba llorar y empapar mi franela.
No dijimos nada. El momento fue interrumpido por el borboteo del agua hirviendo. Noté que mi madre preparaba espagueti. Se separó de mí al instante, se enjugó las lágrimas y apagó la hornilla de la cocina mientras me pedía el favor de pasarle el colador. Cuando lo hice, le avisé que iría un rato a casa de Peter, dándole un beso en la mejilla. Crucé la cocina y cuando me hallaba en el pasillo principal, me volteé hacia ella y la vi de espaldas moviendo sus brazos mientras una humareda salía desde el fregadero.
Caminé rápidamente por nuestra residencia, hasta pararme frente a la casa de mi hermano. Subí las escaleras del porche, toqué el timbre y esperé. Me abrió Chloe.
-¿Está…?
-¡Peter! ¡Tu hermano está acá abajo!
El grito fue tan aturdidor que por poco se da cuenta que arrugué el rostro. Fruncí el entrecejo y la miraba adoptando una posición como si estuviera esperando que entablara conversación con ella mientras Peter llegaba.
-¿Por qué no pasas? –me dijo, mientras me señalaba la sala de estar con el dedo pulgar.
-No, no. Aquí estoy bien, necesito hablar algo en…
-… privado –completó mi hermano, que bajó sin que yo lo hubiese podido notar-. Vamos.
Le sonrío entrecortadamente a su novia y nos retiramos juntos hacia la calle.
-¿Caminamos? –me pregunta.
-Eso hacemos, ¿pero hacia dónde?
-A eso me refería.
-No. En realidad debes dejar de hablar como si yo supiera lo que piensas.
-Sí, es cierto –metió su mano derecha en su bolsillo y sacó un cajetín de cigarrillos y un encendedor.
-¿No lo has dejado? Se lo prometiste a mamá.
Me miró como si le hubiese dicho que un meteorito cayó encima de su casa.
-No lo sé, Bran.
-Pues deberías tratar otra vez.
-No, no me refiero a eso. Sé que viniste para que te dijera la verdad.
-¿La disputa entre mamá y tú no fue por la “verdad”? –lo dije mientras usaba mis dedos como comillas.
-Creo que no sabes muy bien lo que sucedió, ¿cierto?
            No respondí, por lo que siguió hablando.
            -Es mejor que si estarás de ahora en adelante más tiempo con los Fletcher, no lo sepas.
            -No puedes confiar en mí, ¿es eso?
            -Brandon, confío en ti. Pero confesarte esto, sería la segunda idiotez más grande que haya cometido.
            -¿Y la primera?
            -Haberlo aceptado y seguir amándola de la manera en la que lo hago. –me dijo con cara de perdedor.
            -¿Aceptar qué? ¿Le das la razón a mamá?
            -¿Cuándo te acostumbraste a decirle “mamá”? –me retó.
            -Es mi mamá también, Pete.
            -Ah, ¿sí? Claro, al parecer creo que hasta te prefiere a ti, ¿no crees?
            -No hables “malditadas”, eso no es verdad. Ella nos quiere por igual.
            -Brandon, no te hagas el ingenuo, sabes muy bien que desde que llegaste mi madre no me toma en cuenta y te trata como el niño especial que necesita cuidado. Eso me ha perjudicado y ha hecho trizas el poco amor que sentía por mí. ¿Te gusta ser el predilecto, ah? Pero hundiendo a tu “hermano” –hizo dos comillas al aire.
            -¿ENTONCES QUÉ RAYOS QUIERES? ¿Quieres que me vaya? ¿Eso?
            -Jamás lo harías. Tienes a mi madre poseída.
            -Claro, porque tal vez yo sí sé valorarla y apreciar todo lo que ha hecho por mí todo este tiempo. Cosa que al parecer tú no sabes recalcar.
            -¿Es eso lo que siempre le dices de mí? ¿Eres tú el que la pone en mi contra, acaso? –se me acercó de una manera tal que nuestras narices se saludaban. Lo empujé levemente para que se separara de mí y siguió asediándome.
            -¡Yo jamás le he hablado mal de ti! ¡Yo te quiero, hermano!
            -¡Claro, me quieres! Pero después me apuñaleas por la espalda.
Nos detuvimos en medio de la acera. Un pequeño pájaro pasó volando arriba de nosotros. Miré a mi hermano percibiendo que intentaba bloquear mis flechas lanzándome el escudo a la cabeza… o el osito de Hanna. Escuché una corneta y se trataba de un señor muy obeso que vivía en la casa de la esquina, tratando de espantar a un perro que se atravesó en la vía mientras intentaba pasar con su auto. Mi hermano me miró satisfecho botándome el humo en la cara, cosa que sabe que odio.
            -¿Qué maldita sea te pasa? ¿Peleaste con tu novia perfecta, acaso?
            A raíz de ese comentario me propició un golpe en la cara tan fuerte que me hizo sangrar la nariz. Yo me abalancé contra él y lo apoyé contra un poste que iluminaba el espacio en donde nos hallábamos y le dije en forma de susurro:
            -No sé qué rayos te pasó con Chloe, pero déjame decirte que tal hecho no te da derecho a golpearme cuando te reprocho algo debido a los motivos por los cuales has cambiado con mamá y conmigo. El que golpea a un ser querido con las defensas bajas, es un traidor. Y yo no te considero un traidor, ¿o sí lo eres hermanito? –por un momento le hice sentir que aunque él me juzgó injustamente, yo no hice lo mismo.           Se quedó perplejo y en silencio, por lo que procedí a soltarlo. Me limpié la sangre con mi pañuelo de seda, el cual traía en un bolsillo, y me dispuse a hablarle a mi hermano de forma calmada.
            -Yo sé que entre ustedes pasó algo, pero si no quieres confesármelo porque no confías en mí, o porque simplemente no te nace hacerlo, te entiendo. Pero no hieras a mi mamá. Puedes herirme a mí si quieres, pero a ella no.
            Me visualizó por unos segundos y luego soltó unas pequeñas palabras sueltas:
            -No sé… qué… hacer con esto.
            -¿Puedo servirte de ayuda, Pete?
            -No, discúlpame, pero me avergüenza decirte esto, e indiscutiblemente no me puedes ayudar. Ya el daño está hecho.
            -¿Rompiste con ella? ¿O qué?
            -No. Quizá haber roto nuestra relación antes de todo esto hubiese sido la mejor idea nunca antes pensada.
            -Deja de balbucear, ¿quieres ir al grano? Un momento, ¿estás… llorando?
            De los ojos de mi hermano, brillando a causa de las tenues luces que opacaban la oscuridad, comenzaron a brotar unas pequeñas lágrimas que se asomaron denotando una pizca de impotencia y desconcierto.
            -No me hagas esto, hermano. Estoy muy… deprimido, desilusionado, no sé ni qué siento. –me dijo.
            -¿Qué pasó?
            -Me hice el examen. El que te dije que me haría antes de acampar. El seminograma. –me respondió muy asustado.
            -¿Y qué resultado dieron? –le hice notar mi preocupación.
            -Soy un maldito estéril, Brandon. No podré tener hijos con Chloe. Por eso presiento que se acostó con alguien más, hermano. Pero me desconcierta, ya que entre los dos buscaríamos la solución de tener un hijo.
            -¿CÓMO? ¿Pero… por qué? ¿Cómo te enteraste de todo?
            -No quiero hablar de esto, ella me debe estar esperando. Hace frío ya, mejor métete a casa, ¿sí?
            -Pero… ¡Peter! –me dejó hablando solo y se encaminó sin despedirse a su casa.
            En este momento lo entendí. Comprendí completamente las razones de su conducta. Comencé a caminar hacia mi casa. Ya se hacía de noche.
            Las dudas y los recuerdos abrumaron mi cabeza. Mi madre –sí que lo era- al parecer tenía razón sobre lo que discutimos hace unos minutos en su cocina. La actitud de Peter era muy extraña, eso era cierto. Su actitud pacífica y menos defensiva de lo normal. Todo concordaba, lo más incierto era que no sabía de qué se trataba ese “todo”, pero mi mamá lo sospechaba. Por algo nos regresamos antes de tiempo de la casa de Matt.
Sin saber por qué ahora decía “la casa de Matt”, cuando antes de conocerlo, mencionaba “casa de Joanne”, pensé en el aludido de repente. Qué estará haciendo, qué no. Desconociendo mi repentina reacción de volver a casa de Peter, corrí hacia allá como un despavorido gallo que está a punto de ser decapitado por el hacha de un gigante. Toqué el timbre de nuevo y me abrió él.
            -¿Qué pasó, hermanito? –me pregunta.
            -¿Dónde está Chloe?
            -¿Para qué quieres ver a Chloe? No le digas nada, Brandon.
            -No seas… ¡yo no le voy a decir nada!
            Mirándome con una expresión de desconcierto, la llama y ella se acerca rápidamente hacia el vestíbulo, pero al ver que yo la solicitaba en la puerta, correteó hacia nosotros.
            -Dime, Brandy.
            -Sabes que odio que me llames así. Como sea. Necesito…
            -¿Brandon Gill, necesitando algo de mí?
            -No sé a qué quieres llegar con esto, pero necesito el número de teléfono de la casa de tu amiga, Joanne.
            Ambos abrieron los ojos como platos y Chloe esbozó una sonrisa pícara inclinando su cuello hacia atrás, como una bruja malvada, diría mi mamá. Dispuesta a saber para qué lo quería. Sin que lo preguntaran se los dije.
            -Quiero contactar a…
            -… Matt. –completaron ellos.
            -¿Ah? ¿Cómo sabían?
            -Te conozco, hermano. –me dice Peter.
Chloe fue hacia la cocina y buscó su pequeño bloquecillo de post-it rosado y me escribió un número de siete dígitos en una de las hojitas, la arrancó y me la pegó en la frente, soltando una carcajada. Me lo quité de la frente y lo doblé con mi mano, metiéndolo en mi bolsillo. Peter me abordó, colocándome la mano derecha en el hombro izquierdo mientras se apoyaba la mano libre en su mejilla, como si eso lo ayudase a aclarar más sus pensamientos...
-Espera, ¿por eso no querías irte? ¡Claro, ahora lo comprendo!
-¿Qué es lo que comprendes? –le digo con tez seria.
-Te gusta, ¿eh?
-Olvídalo. Ah, gracias Chloe. –le dije a la aludida, mientras me zafaba rápidamente de mi hermano.
-¡No tienes por qué avergonzarte! ¡Joanne me parece hermosa! –me grita Peter, debido a que la distancia nos separaba y nos era imposible escucharnos.
Mientras le hago un gesto hermoso con mi dedo más grande, veo a Chloe golpearle el hombro con un puño y me alejo de su porche con aire triunfante, y eso, por pocos instantes me hizo sentir como un idiota.
Faltaban quince minutos para las siete de la noche. Llegué a casa y mi madre me preguntó por qué había tardado tanto, al mismo tiempo en el que servía el espagueti en los platos de porcelana que reposaban sobre el comedor, encima de unos manteles de cuadros rojos con blanco. Mamá correteaba por la cocina como si tuviese invitados especiales aguardando hambrientos en la sala de estar. Me senté sin hacer ruido en una de las sillas y mi madre tapó las ollas y se sentó conmigo.
-¡Ay! ¡Los cubiertos! –dijo ella sobresaltada.
-Tranquila, “ma”, yo los busco. –Cuando la vi con la intención de levantarse a buscarlos, hice un gesto con mi mano izquierda para que se quedara sentada y me levanté hacia el estante en donde se encontraban.
Apenas los traje y le ofrecí su par, me senté y me preguntó antes de meterse un gran bocado de comida:         
-¿Has pensado acerca de cuidar a la señora Farmgold mientras su hija se va a su postgrado en el exterior?
-Mmm, no lo sé, mamá. No sé cómo llegar allá, el único que sabe es Peter.
-¡Pues, él puede llevarte!
-Sí, ma. Pero recuerda que es mucho tiempo.
-Te prometo que todos los días te enviaré dinero para que no pases trabajo.
-No es eso, y lo sabes. No quiero sentirme tan separado de ti tanto tiempo sin saber cuándo podría regresar. No quiero estar solo.
Resignado, bajé la cabeza concentrándome en mi plato. Mi madre me agarró la barbilla y subió mi rostro hacia ella.
-Cariño, nunca más volverás a estar solo. Eso te lo aseguro. –me dedicó una sonrisa y me inclinó sobre la mesa para besarme la frente.
Le sonreí cariñosamente y seguimos comiendo. Al terminar, nos paramos de las sillas y yo tomé ambos platos para colocarlos dentro del fregadero. En lo que mi madre me vio agarrando la esponja se abalanzó sobre mí y me dijo que no lo hiciera.
-¡No, no! ¡Déjamelo a mí, cariño! No hace falta.
-Sólo quiero ayudarte, mamá. –le dije mientras escuchamos el timbre de la puerta.
-¡Anda a abrir! ¿Sí?
-Está bien.
Estaba algo cansado. Había dormido malísimo la noche anterior, necesitaba un baño y tenía una llamada que hacer. En lo que grito hacia la puerta un “ya voy”, la abro y veo a un cartero que me entrega una carta y al ver que el nombre del destinatario no soy yo, ni mi mamá, se lo indico al chico y le digo que la dirección coincide pero no el número de casa. La nuestra era la 24 y la carta iba a la 27. La letra de la persona era casi ilegible.
-¿Y no sabes dónde es esa casa? –me preguntó confundido.
-Esa casa está detrás de ésta. Sólo da la vuelta.
-Wow, casa equivocada entonces. Esta persona debería escribir mejor.
-Sí, en realidad a mí me costó también averiguarlo.
-¡Muchas gracias, amigo, y disculpa!
-No hay problema, hermano.
Casa equivocada.
Fruncí el entrecejo y me fui hacia la cocina.
-¿Mamá?
-Dime, cariño.
Lo dudé por un momento, pero al final cedí a preguntárselo.
-¿Por qué la señora Farmgold necesita cuidado? La abuela puede ir al baño sola.
-Sí, Bran. Pero tu abuela no tiene Alzheimer.
-Oh, pobre.
-Kelly no halla qué hacer con ella. No puede cuidarla más, tiene que velar por sus estudios y no tiene el dinero suficiente para enviarla a un asilo. De hecho, ayer me llamó y me dijo que una noble muchacha tuvo que llevarla hasta su casa porque había metido sus llaves en la suya.
-Sí, debe ser terrible. ¿Pero no podríamos darle un préstamo, o algo?
-Hijo, tendría que ser mensualmente. No es que no podamos, pero debo pagar tus estudios y hacerme cargo de nuestra casa.
-Y ayudar a Peter con su matricidio.
Mi madre soltó una carcajada.
-¡Brandon! ¡Soy yo la que no quiere nada con Chloe!
-Pues deberías tratar lo contrario. A Peter le encantaría. Espera un momento, ma…
-¿Qué pasó, hijito? –mi mamá me miró preocupada.
-¿Dónde vive la señora Farmgold?
-En Manhattan, cariño. ¡Ah, justo en la residencia en donde vive la amiga de Chloe! No recuerdo el nombre de ése sitio.
Me quedé en blanco. Debía ir a cuidar a la señora Farmgold, la cual vive en la misma residencia de Joanne. De Matt. ¿Será eso una coincidencia? ¿El destino me está uniendo a Matt? Vi a mi madre darse cuenta de mi reacción y quiso decirme algo, pero se lo guardó para sí.
-Me iré a mi cuarto.
-De acuerdo, cariño. ¿Estás bien?
-Sí, sí. Sólo me daré un baño. –salí de la cocina y subí al cuarto a quitarme la ropa para ducharme.

Breathless. Capítulo IV: Eclipse

IV

ECLIPSE
(ECLIPSE)


            Los dos que habían entrado a la cocina me habían ayudado a borrar de mi memoria que había tratado al novio de Matt. Me incomodaba tener que admitir su parentesco.
-Paul, te presento a Brandon –le dijo a su acompañante.
-Mucho gusto en conocerte, Brandon, ya habrás escuchado mi nombre. –estrechó mi mano.
-Igualmente, y sí, ya lo… escuché. –mentí.
Me dedicó una sonrisa y salieron de nuevo. Luego Matt se regresó a la cocina.
-¿No vendrás con nosotros?
-No, tranquilo, estoy bien.
-Claro, oye, ¿por casualidad no has visto al que estaba con nosotros hace un minuto?
-¿Tom?
-¿Tom? ¿Lo conociste?
-Sí. Pero fue poco lo que hablamos.
-Oh, está bien. –me miró extrañado.
En ese momento el sonido del teléfono inalámbrico que yacía apoyado sobre la nevera, casi me destruye lo poco de tímpano sensible que me quedaba. Me tomé la osadía de contestar, ya que el sonido era traumatizante.
-¿Sí? ¿Diga?
-¡Hola Matt es Emily! Buenas noches, ¿está Joanne por ahí?
-Sí, claro, un momento.
Me escabullí como pude entre la multitud de amigos y conocidos de la muy nombrada y solicitada hermana de Matt y la encontré. Llegando a la cocina, ella tomó el teléfono. Era otra amiga suya que había llegado y necesitaba aparcar su auto. Colgó el auricular y me dirigió una mirada de molestia como si ya no tuviera demasiadas cosas que hacer dentro de la casa para salir a ayudar a su amiga a estacionar su auto.
-Brandon, ¿podrías…?
-Sí, tranquila. Yo la ayudo.
Me dio las llaves de la casa y salí a visualizar dónde había un espacio accesible para que cupiera… una camioneta.
Afuera, hacia un frío que congelaba los huesos, por lo que me regresé a la casa y busqué un sweater.
No sabía donde se hallaba el interruptor del cuarto de Matt, por lo que tomé lo primero que vi. Bajando las escaleras, un amigo de Noah, ebrio, me dio unas palmadas y me tomó del brazo halándome hacia la sala como para que me uniera a la celebración. Perturbado por el aliento de mi atacante debido a varios tragos combinados, me lo quité de encima y salí sin prestar atención a sus garabatos. El abrigo que había encontrado me apretaba, y se adhería a mi piel como si de ésta obtuviera un refugio para el frío también. Cuando noté la leve cosquilla del gorro que traía atrás, observé lo que ocasionaba tal picazón y era una especie de pelaje que estaba pegado a la tela de gamuza marrón, como si fuera una melena de león. Me di cuenta que en las mangas también llevaban ese pelaje. No me tardé mucho en saber que lo que me cubría extremadamente bien del frío de aquella noche, era un sweater de mujer. ¿Quién rayos habría dejado esto en el cuarto de Matt? Y yo, de inocente, vine a ponérmelo. Es que los cornetazos que daba aquella mujer desde su camioneta, me aceleraron el paso, como si fuera un llamado de auxilio porque la van a matar. Tal arrollamiento de calma y paz personal, fue producto de que me pusiera accidentalmente una prenda absolutamente ridícula. Parecía un alpinista afeminado. Me subí las mangas hasta el antebrazo para disimular la naturaleza de la prenda y si no hubiera sido por la ventana del auto de mi hermano, Emily se hubiera roto el cuello contra el asiento del piloto cuando soltara la carcajada y despertara a los vecinos al verme así. Me veía más ridículo de lo que ya en realidad le aportaba “esto” a mi imagen. Me bajé las mangas y traté de ocultar el gorro, por lo que no tuve éxito y me quité esa cosa de encima y la tiré debajo del carro de Peter.
-¡Ay, gracias por ayudarme! –Me dice la muchacha-. Tengo que llevar hacia la casa unas botellas que traje, ¿cómo estás?
Me entregó las llaves del auto. Hice ademán de no comprender por qué me las otorgaba, hasta que entendí que ella pretendía que estacionara su auto.
Pero qué osada. ¿Adquirió confianza de dónde?
Con un movimiento muy ágil se bajó de su monstruo andante.
-Ayúdame a estacionarlo, ¿quieres?
Lo sabía. En este preciso instante me pregunté qué estaría haciendo Matt. Y quizá en dónde, o con quién. Podría darme con una sartén en la cabeza para dejar de pensar en alguien que no está ni siquiera vagando por mi recuerdo. Escuchaba el zumbido de la música muy lejos de nosotros y se sentía agradable, a tal punto de querer regresar y unirse a la bailoterapia. Emily se me quedó viendo como absorta en mi divagación y me repitió su petición, pero la escuchaba como entrecortada, combinándose con mis pensamientos. Sé que me lo dijo más de dos veces, pero, ¿por qué estaría yo pensando eso? Soy un idiota.
-¿Por qué no mejor yo llevo las botellas hacia la casa? No sé como manejar –le dije cuando volví en sí.
-¿Qué? ¡Pero si eso es muy fácil! –me responde.
Sí, claro. Pensé.
Hizo una mueca de desgano y torció los ojos, volviéndose a meter en el auto.
-¿Necesitan ayuda? –de repente una voz armoniosa me trajo de vuelta.
Un muchacho, quizá de unos veintitantos años, se acercó a nosotros y nos hizo esa única pregunta, mirándonos a la espera de una respuesta afirmativa. Creí haber visto que salió de la casa.
-Yo sé manejar. –indicó.
-¡Fantástico! Entonces ayúdame. –la chica miró casi ávidamente al recién llegado, y al solicitar su ayuda individualmente, noté que me había excluido. Sólo quería que…
-Darren, mi nombre es… Darren.
…la ayudara.
El chico en cuestión, que acababa de indicarnos su nombre, me dirigió una mirada algo intimidante antes de tomar las llaves de la camioneta. Como si deseara que yo fuera el dueño de aquel monstruo. Era alto, un poco menos corpulento que yo y de tez un poco pálida. Lo que me parecía extraño, debido al clima de aquella provincia. No sufría de calvicie prematura, pero llevaba un corte al rape, como Noah, pero con mucho menos volumen de cabello. Como si fuera un militar del ejército. De imprevisto, sentí que me miraba más de la cuenta. Y como yo no soy penoso, me sentí refugiado por la oscuridad de la noche que me ocultaba el rubor. Mientras escuché el zumbido indescifrable de la conversación entre aquellos, miré el reloj y si hubiera estado en mi casa, en este momento, a esta hora, estaría durmiendo. Seguí notando que él me miraba, mientras hacía bailar sus ojos en torno a mí. Sentí más intenso el abrazo del frío, debido a lo cálido que me sentía con aquel disfraz que me  había quitado anteriormente. Pero era mejor pasar frío por ese pequeño instante que ser humillado por los pensamientos de un completo desconocido. Estaba aliviado de haberme quitado aquella cosa peluda. Llegó un momento en el que me sentí sobrante, por lo que me despedí con educación y le indiqué a la chica donde era la entrada a la casa donde se efectuaba la celebración…

Cerré mi mano derecha luchando contra un deseo de no despertarme, pero consciente de mí mismo. Sentí un roce desagradable sobre la palma de mi mano y cuando abrí los ojos, casi violentamente, me hallaba sentado en el mueble negro en donde dormía Matt –antes de romper un jarrón de Singapur que probablemente me cueste la vida y la de mi mamá- con las llaves del carro de Emily en la mano. ¿Por qué rayos las tenía yo? Confortable pese a la suavidad y comodidad de aquella pieza oscura, mire hacia el techo, aún con la nuca reposándome sobre la parte superior central y con un esfuerzo no muy exagerado, sentí un latigazo en mi cuello por la mala postura estando dormido –quién sabe por cuanto- y me permití explorar el entorno en donde me hallaba. Preferí haberme quedado durmiendo. Yacía gente tirada ordinariamente sobre el suelo, unos encima de otros, sudando, roncando y acomodándose inconscientes debido a las posiciones. Unos cuantos pegaron la mejilla al piso frío como resultado de los cambios de postura. Sin embargo, otros descansaban cómodamente sobre las barrigas de sus acompañantes. Ni hablar de los cuadros de la tía de Matt en el suelo, o el vómito salpicado en la mesa de centro, las botellas de vidrio rotas y unas paradas como esperando el impacto de una bola de boliche. Y lo que más me sorprendía, es que el único inmune a todo aquel desorden, fui yo. Pude visualizar a Joanne profundamente dormida sobre el torso de su novio Noah. Mi hermano dormía muy cómodamente en el otro sofá, mientras que Chloe…
Chloe.
No sé a qué se le podría asimilar esa posición que tenía. Un borracho en la calle a las 5 de la mañana dormía como una Miss Universo. Su pierna izquierda descansaba encima de la mesa vomitada. Mientras que su cadera “flotaba” en el aire, su pecho estaba en el suelo y sus ambos brazos por encima de la cabeza. Torcí los ojos cuando visualicé aquel cuadro lamentable y me limité a bajarle la pierna de la mesa. Tomé el ruedo de su pantalón con dos dedos. El asco que me daba no me dejaba rodear mi mano sobre aquella tela manchada. Muy manchada, quizá. Deposité en el suelo su pierna y emitió un fuerte ronquido que me asustó y despertó a Peter de un salto.
-¡Yo no fui, yo no fui! –espetó medio dormido, mi hermano.
-Obvio que no, tonto, vuélvete a dormir. –le dije. Sin saber si me prestaba atención o entendía en realidad lo que le decía.
De repente busqué a la persona en la que más se centró mi mente por todo el lugar. ¿Dónde rayos estaba Matt?
Me levanté del suelo y, casi en puntillas, fui recorriendo toda la casa, buscándolo. No estaba ni en la cocina, tampoco en el baño, ni en el patio y mucho menos en la sala de estar. Ahí estaba yo. Me tomé el atrevimiento de subir a su habitación. De todas formas mi ropa y mi maletín estaban allí. Subí las escaleras sigilosamente sosteniéndome del barandal, sólo por si acaso y giré la perilla de la puerta con calcomanías. Recordé que había dos camas, sin embargo, dos personas ocupaban una de ellas. Se trataba de Tom y Matt, la parejita feliz. Puaj. Matt se hallaba de espaldas a Tom y a la puerta, abrazando al mencionado por la cintura y respirando sobre su nuca. Ambos compartían el mismo edredón para cubrirse del frío. Tragué saliva casi ruidosamente y me retiré con silencio al pensar que había hecho mucho ruido con mi garganta. Cerré la puerta y al librarme de aquella imagen –aunque no por completo-, me dispuse a bajar a la sala de estar, para empezar a ordenar y limpiar el desastre que habían ocasionado los presentes al estar un poco pasados de tragos, y así no pensar en lo que acababa de ver.
Mientras me agachaba con una bolsa negra en la mano izquierda y recogía la basura que adornaba no muy pulcramente el suelo, creí escuchar que la madera de la escalera chirrió; en lo que vi a Matt invadido por una expresión en su rostro algo soñolienta; tenía los ojos achinados como símbolo de que se acababa de levantar. Me burlé por dentro muy disimuladamente y éste viró su mirada hacia mí, después de frotarse el ojo derecho con la mano derecha en forma de puño. Con un bostezo posteriormente, me dio los buenos días, se metió en la cocina y al darme cuenta de que no tenía camisa, se me cayó la bolsa de las manos, por lo que volví en sí y seguí recogiendo.
De pronto me sorprendió su actitud de alarma cuando ambos a la vez escuchamos el tintineo de unas llaves fuera de la casa.
-¡Es mi tía! –me susurró asustado Matt. Batiendo las manos con nerviosismo, como si intentara volar. Creo que aguanté la risa en ese momento.
Matt me vio con cara de horrorizado y no sabía que decir, porque no le salían las palabras. Sólo balbuceaba tonterías como un bebé y ya yo me había empezado a preocupar. Luego me preguntó como íbamos a hacer con el desastre de la post-fiesta. A él se le ocurrió la misma idea que a mí y más rápido que inmediatamente comenzamos a despertarlos a todos con cachetones, golpes y patadas suaves. Todos se incorporaban bostezando y entrecerrando los ojos sin saber en realidad lo que pasaba. Cuando todos estuvieron lo suficientemente despiertos, incluso Joanne, Matt gritó: “¡ES MI TÍA!” Su hermana adoptó una cara de horror y salió disparada para el patio. Los demás a causa de la impresión por la advertencia de Matt, hicieron lo mismo y se atropellaron unos con otros con la intención de salir. Se pisaron, golpearon, empujaron, rompieron adornos, se resbalaron, cayeron, volvieron a levantarse y cuando todos estaban ya afuera con expresión de susto en sus rostros, reaccionando como si hubiera un terremoto, Joanne entró de nuevo a empujones y salió disparada hacia el vestíbulo con la intención de distraer a su tía mientras los demás salían por detrás. Luego pensé yo: ¿cómo harían con los autos? ¿Qué explicación le pueden dar a su tía al ver cuatro autos aparcados en su jardín y en su acera? Solté una risita repentina cuando escuché chapuzones y gritos, al parecer algunos habían resbalado soñolientos a la piscina. ¡Qué risa nos dio a Matt y a mí! Me hice espacio entre Matt y el mueble para salir, y éste me sujetó por detrás de la camisa.
-¿Tú estás loco? –le susurré.
-¡Mi tía no te conoce! ¡Si te ve nos mata! –me respondió con seguridad y alarma.
-¡Cierto! De acuerdo. Está bien. Me quedaré aquí.
-¿Sabes qué deberíamos hacer?
En realidad no sabía a qué se refería, pero tampoco quise especular. Cuando me lo dijo, estuve aliviado de no hacerlo.
-Deberíamos llamar a los muchachos para que nos ayuden a limpiar. –Matt aún diciéndomelo, lo pensaba de nuevo.
-Buena idea. –le respondí.

Un rato después de que ya teníamos la casa pulcra, Joanne entró a la sala de estar y nos dijo que las llaves que escuchamos habían sido las de una señora que la mayoría de las veces, nunca hallaba su casa y se confundía introduciendo sus llaves en la casa equivocada. Soltó un suspiro de alivio y acompañó a los que estaban secos y los que no, a sus autos. Mientras que Matt y yo nos encargábamos de las bolsas de basura, nos despedíamos de los que ya se retiraban también. Chloe justamente, fue una de los que se cayeron a la piscina. Mi hermano se había ido a despedir de Laura y de las demás chicas y la dejó en el patio con la ropa mojada. Noté sin dudar ni un segundo la presencia de Darren, el cual se coló en la fiesta de una manera que ni yo pude darme cuenta. Nunca lo vi llegar con ninguno de los invitados. Ni siquiera supe cuando yo había caído a dormir. Se despidió de mí y me dio su tarjeta con su número telefónico y me dijo que vivía a cinco casas de la de Matt. Recibí una congratulación que no me confería ya que yo no había organizado la fiesta, pero la acepté asintiendo ya que quería que se fueran todos y nos dejaran a solas de una buena vez. Tomé su tarjeta por educación y mientras me guiñaba un ojo, la metí en mi bolsillo de atrás con desconcierto. Cuando quedamos dentro de la casa sólo Joanne, Peter, Chloe, Matt y yo, la primera se dedicó a prestarle una muda de ropa a Chloe para que no se resfriara y luego Peter con una expresión seria y ofensiva me amenazó con el dedo índice y me afirmó que nos fuéramos. Yo, simplemente lo seguí hasta la habitación de Matt y comenzamos a recoger mis cosas.
-Pete, ¿dónde están tus…? –abrí los brazos mirando a los lados con intención de ayudarlo a llevar un equipaje que no estaba.
-Están en el auto, yo no bajé nada. –me dijo, sin siquiera voltear a verme.
-¿Te pasa algo?
-No, digamos que no. Ya quiero irme a casa, eso es todo.
Su actitud olía a indiferencia, había sido eclipsada su natural y espontánea manera de ser. Pero lo que no lograba comprender, era el hecho de por qué su comportamiento demostraba que estaba molesto por algo. O alguien. En un abrir y cerrar de ojos, Joanne entró a la habitación con Paul. ¿Él no era el mejor amigo de Matt? Sí, creo que sí. Por lo que recuerdo, es evidente que sí. Pensé que se había ido junto con los demás. Más extraños. Rayos. No se acaban. Pero Paul no era un extraño para Matt, o Joanne, por lo que debía ocultar de la luz mis quejas. La chica se dirigió a cualquiera de los dos.
-¿Por qué no se quedan hasta mañana?
Yo la miré con desconcierto, sin saber qué responderle. Mi hermano sin mirarla, sin cavilar siquiera, le espetó que nos iríamos de inmediato.
-Pero… -Joanne pareció razonar antes de responderle debido a su conducta y aceptó su declaración.
No pensé que Paul intervendría, pero lo hizo.
-Sería genial, yo vivo justo al lado y podría traer palomitas y ver una película de acción. ¡O lo que sea! –creo que no me agradó su acotación repentina.
En ese preciso instante Matt entró, con Chloe detrás. Primero se dirigió a su amigo.
-¡Hey! ¡Te quedaste! –Le palmeó el hombro a Paul mientras que después se dirigió a nosotros- ¿Y… ustedes ya se van tan rápido?
-Sí, creo que sí. –le respondí.
-Pero, ¡podemos quedarnos a jugar póker, o algo!
-No gracias, Matt. Nos vamos. –dijo Peter.
-Pete, ¿por qué no nos quedamos? –salió a relucir Chloe con un tono de insistencia en sus palabras.
-No quiero volver a verte caer en la piscina y volver a aguantar la risa si llega la tía de los Fletcher. Y ustedes lo tienen bien claro. –dijo, señalándolos a ambos con un dedo.
Se hizo un silencio que ocasionó y rompió el mismo autor.
-Bueno, nos vamos. –balbuceó al final, saliendo del cuarto con mi maletín.
-Él es así. No se preocupen. –lo excusé en susurro.
-Debe haber pasado algo que lo molestó. –la voz de Matt en realidad parecía aún una melodía para mí.
-Seguramente, pero es mejor dejarlo quieto. Por ahora.
-Está bien, pero aun lamento que se vayan.
-Y yo, pero él es quien maneja.
-Es cierto.
-Ven y dame un abrazo de despedida. –no pude creer lo que Matt me acababa de decir, pero sin embargo me aproximé hacia él y le propicié el abrazo que me pidió.
Sentí sus manos sujetando sutilmente la parte superior de mi espalda, juntando su cuerpo contra el mío en una interacción mágica de piel a piel, dejándome hipnotizar por la calidez de su aliento al exhalar y su temperatura de verano, dispuesta a calentar cualquier corazón helado, el mío por ejemplo. Lo tomé por la cintura y apreté la parte baja de su espalda, debido a su estatura y quise quedarme un instante muy largo sostenido a su cuerpo. Cuando ya la intención fue suficiente, nos separamos y Matt me guiñó un ojo con dulzura y bajó hacia el vestíbulo, mientras yo me despedía de Joanne. Chloe se guindó de ella y yo me digné a correr hacia Matt, aprovechando el momento.
-¡Hey! –me dijo.
-¡Hola! –por un momento recordé que así mismo saludé a Chloe cuando me pidió en la playa que viniera para acá con ellos.
-¿Me escribirás? –me dijo Matt.
-Creo que te lo prometeré. –le dije.
Matt me sonrió con mucha candidez en su expresión. Le estreché la mano y Peter tocó la bocina del auto. ¿En qué momento abordó tan rápido el auto?
-Creo que ya es hora de irte.
-¡Sí! Gracias por compartir con nosotros.
-Eso te lo debo yo a ti.
-Adiós. Te escribiré. ¡Espero que me respondas!
-¡Seguro! –me dijo mientras me veía alejarme.
Me senté en los asientos de atrás con el maletero de nuevo, y Peter me habló.
-No, siéntate adelante conmigo. Por favor.
-¿Pasa algo, hermano?
-Sólo hazlo. ¿Qué tiene de malo que te sientes en el copiloto conmigo?
-Supongo que nada.
-Hazlo rápido.
Abrí la puerta de atrás y luego la de adelante, dejándola disponible para cuando Chloe llegara, y me senté en donde me indicó mi hermano. Justo a su lado. Mantuvo la mirada fija a donde yacía parado Matt, quizá esperando a que Chloe saliera y cuando lo hizo, exhaló un suspiro, denotando… ¿decepción? ¿Qué rayos había pasado entre Chloe y mi hermano, si toda la noche estuvimos juntos? Yo sólo alojaba la expectativa de que me lo dijera cuando llegáramos a casa, ya que de repente recordé que estos dos tortolitos desaparecieron unos instantes mientras transcurría la fiesta. Bueno, no sólo ellos. Matt y Joanne se despidieron de Peter con la mano derecha, agitándola con entusiasmo. Mi cuñada corrió hasta el auto y al verme sentado en donde probablemente pensaba ella que estaría, se dirigió a mi hermano.
-Y… ¿eso quiere decir que yo iré atrás? –parloteó.
-Que bueno que te des cuenta. –la voz de mi hermano era irreconocible.
Chloe torció los ojos y se sentó atrás, con las maletas; dispuesta a soportar lo que yo, cuando nos veníamos desde mi casa. Peter hizo caso omiso de la despedida de los Fletcher cuando pisó el acelerador y salió por el espacio abierto del garaje que ya estaba disponible para nuestra salida. Quizá Matt abrió la enorme reja antes de entrar a su cuarto, en donde lo abracé. Quizá por eso llegó con Paul.
Peter no dijo nada en todo el camino. Chloe apoyaba la mandíbula en el dorso de su mano derecha, estacando el brazo en la orilla de la ventana abierta. Yo reposaba mi cráneo contra el espaldar del asiento mientras contemplaba de reojo la lluvia que estaba comenzando a provocar un leve tamborileo en el techo del auto. Chloe se quejó del clima y cerró la ventana con disgusto y se dispuso a amoldarse contra la gran cantidad de maletines que había llevado sin algún motivo aparente. Ni mi hermano ni yo nos habíamos quejado por el calor que cocinaba, y mantuvimos nuestras ventanas cerradas desde que partimos, por lo cual no nos afectó el cambio de clima. Peter colocó en el reproductor de música un disco que había comprado antes de ir a acampar. La batería que le daba un ritmo muy ameno a aquella canción, me hacía latir el corazón como si el mismo baterista lo utilizara como instrumento. En realidad disfrutaba el sonido y me aisló por un momento de Matt. ¿Qué estaría haciendo en este momento? Me moría por saberlo. La lluvia no cesó hasta que cruzamos la ciudad hasta nuestro hogar. Aunque Peter viviera con Chloe, la casa que yo compartía con mi madre aún era suya también.
           
La playa se veía desde la angosta carretera y por un momento quise darme un buen baño de salitre. Pero resultaba menos complicado uno en mi propio baño. Me sentí como en casa. Sólo que en realidad lo estaba. Me bajé del auto y abrí la puerta izquierda de atrás y saqué mi maletín. Cerré la puerta con cuidado para no despertar a Chloe, que estaba dormida, pero Peter quizá a propósito, cerró la del copiloto muy fuerte como si hubiera querido arrancar la manija. Su novia dio un salto y yo me despedí de él con una sonrisa mientras lo veía burlarse muy cómplice de lo que había hecho. Me despedí de Chloe con la mano izquierda y me colgué con la derecha, el maletín. Aunque en realidad era un morral muy amplio, con asas para deslizar los brazos. Pero era tan grande que parecía tal cosa. No sé si Chloe me devolvió el saludo porque me volví al instante, mirando hacia al porche. Me detuve ante la puerta de madera y mi madre me abrió y se sorprendió al verme.
            -¿Sabías que estaba afuera, mamá?
            -¡Que gusto verte, cariño! –me tomó del cuello con ambas manos y me recostó sobre su hombro, simulando un abrazo.
            -Sólo fue un día. Pero pienso lo mismo, ma.
            -¿Comiste? –después de dejarme incorporarme, agarraba mis mejillas como si tratara de ver algo en mi semblante.
            -Realmente, no.
            -Entonces pasa y les haré comida a tu hermano y a ti.
            -Pero, Pete se fue a su casa.
            -Estoy segura que volverá.
            Cerré la puerta detrás de mí mientras vi que mi madre se iba hacia la cocina. Le dije con un tono audible, pese a la distancia entre el vestíbulo y la cocina, que subiría rápidamente a dejar mi equipaje en mi habitación. Me respondió conforme a mi acotación y subí las escaleras sin dejar rastro. Abrí la puerta de mi habitación al mismo tiempo que escuché el timbre de la casa. Mi mamá tenía razón. Peter volvió. Mientras recordaba que al dejar el morral sobre la cama no saqué su contenido para guardarlo, bajé las escaleras y vi a Peter cruzar los brazos alrededor de su mamá, mientras jocosamente cerraba la puerta de una patada. Cuando se separó de ella me saludó con la cabeza y después de acercármele y darle una palmada en la espalda, entramos a la cocina y mi madre y yo al unísono, le preguntamos por Chloe.
            -Tenemos que hablar sobre eso.
            Eso fue lo único que nos dijo. Mi madre y yo nos miramos las caras invadidas por el asombro.