12.19.2010

Breathless. Capítulo I: Resignación ventajosa

I

RESIGNACIÓN VENTAJOSA
(ADVANTAGEOUS RESIGNATION)


Cerré mis ojos obedientemente para permitirle al viento acariciarme el rostro, mientras sentía la arena ardiendo debajo de mí. Casi besaba el sol, que me abrazaba la cara con sutileza. Estaba sentado, apoyando mis codos sobre mis rodillas,  hipnotizado por el sonido de las carreras constantes de aquellas olas, como el cabello del océano. Era una tarde soleada, de esas en las que se ve el ocaso que incendia las pupilas. Mi piel parecía oro, estaba tan dorada como ese inmenso sol que estaba a punto de hundirse, como si algo lo halara hacia abajo.
            Chloe, la novia de mi hermano, se acercó desfilando precipitadamente hacia mí, después de haber vociferado estrepitosamente mi nombre:
            -¡Brandon! ¡Brandon! –decía muy emocionada.
            Me había concentrado con tanta plenitud a la promesa cálida del sol, que casi olvido mi nombre.
Su cabello se sacudía con el viento de una manera visualmente atrevida, cosa que resultaba natural para mí; corría desde lejos como si entre nosotros fuera a abrirse una grieta que nos separase de por vida. Parecía una modelo de Baywatch dispuesta a rescatar a una víctima ahogándose en aquel mar de agua salada. Obviamente. Llevaba puesto el traje de baño naranja absolutamente basto con pececitos de todos colores que se antojó de adquirir en la carretera camino a casa, después de un día de “camping”, sin percatarse de mis dramatizadas ganas de ir al baño. Cuando llegó a donde estaba yo sentado, se lanzó libre –y como habitualmente tiende a hacerlo- a mi lado, haciéndome tocar la arena con el codo, evitando derrumbarme para no tener que amordazarla para que me limpiara la arena de la cara.
-¡Hola! –le dije con ecuanimidad.
            -¡Hey!
Me observó detenidamente con una expresión que denotaba: “¿qué rayos hace este idiota, solo en la playa tan tarde?”. Miró hacia atrás y le indicó a mi hermano que se esperara con un ademán realmente bestia para una dama. Aunque creo que viniendo de Chloe Jerryblock, no me sorprendía. Al parecer lo que me venía a decir era rápido y sencillo. Cuando se volvió hacia mí, me miró a los ojos con la mano izquierda apoyada sobre la arena, y la derecha –que no dejaba de deslizarla por mi pecho formado- sobre mi pierna derecha. Sin seguir asediándome con su conducta inapropiada, me dijo como un pajarraco de pico largo que intenta convencer a un hipopótamo de que vuele en un globo flotante a su altura:
        -¿Sabes qué? Mañana cuando amanezca vamos a Manhattan, a ver a mi mejor amiga que va a celebrar el cumpleaños de su novio… ¿quieres ir?
Me dirigió una mirada de convencimiento, por un momento pensé que iba a llorar; mientras dudaba qué responderle.  Si no le daba una respuesta inmediata, no me dejaría en paz y me perseguiría hasta donde yo fuera, con el objetivo de sacarme un “sí”. Y si le respondía que no, no dormiría esa noche, por lo cual balbuceé:
            -¿Mañana?
            -¡Sí! ¡Mañana! –puso los ojos como platos y una sonrisa flameante mayor al ocaso que se despedía y no supe qué responderle de nuevo, ya que quería compartir con mi mamá. Justo “mañana”.
            -Mmm, no lo sé. Quiero…
            -¡Yo quiero que vayas! ¡Por favor! –me interrumpió zarandeándome del brazo como un niño que quiere un chocolate cuando sólo cuenta con espinacas.
            -¡Está bien! ¡YA BASTA! ¡Sabes que no me gustan ese tipo de reuniones! Pero… ¡Sí, tranquila, yo voy!
            Esbozó un grito de alegría y satisfacción, me dio un beso en la mejilla y se alejó de mí corriendo de nuevo. Ya se había puesto el sol, lamenté habérmelo perdido y volteé mis ojos hacia arriba por permitirlo. Colocando mi mano izquierda sobre la arena por detrás de mí, me impulsé para levantarme formando un puente con mi cuerpo por 2 segundos. Sacudí mi mano frotándola contra la otra, y podía escuchar el sonido de aquella interacción, como si aplaudiera un espectáculo invisible. Los restos de arena los expulsé contra mis piernas, dándome leves golpecitos llenando mi bermuda roja  -la misma que me había regalado mi madre aquella mañana- de arena y caminé tranquilamente por la orilla de la playa. El sonido del mar realmente me relajaba, me trasladaba a un sitio en mi mente en dónde no había gente, ni disturbios, ni maldad. Sólo paz entera, y total tranquilidad. Las olas golpeaban más fuerte, y una de ellas llegó a la orilla, humedeciendo mis pies. No me agradó del todo el espasmo que sentí con el contraste del calor del ocaso y la caricia del mar frío, por lo que me alejé hacia la arena y comencé a caminar hacia mi casa, maldiciendo. Defecto que aún no he podido corregir.  Todavía había personas en la playa, recogiendo sus cosas, listos para marcharse a casa. Me impresionó la gran variedad de circunstancias de distinta gente, pertenecientes a distintas clases sociales. Unos con autos de último modelo, con placas de neón; otros con autos sencillos, de agencia; mientras que otros se conformaban con el auto de papá o mamá, o quizá un auto de segunda mano que costó el setenta por ciento menos que su precio original. Los menos agraciados contaban con el autobús para rezagados que partía a las seis. Una familia que no poseía ningún tipo de vehículo, yacía al final de la fila de visitantes de aquel lugar. Me causó un poco de gracia una pequeña niña que jugaba con una pelota. La lanzaba, iba hacia donde caía, y la volvía a lanzar, dispuesta  a buscarla donde quiera que cayera; era azul y con un tamaño muy acorde a la estatura de la bebé de aproximadamente tres años, que la perseguía sin parar. Recordé a Hanna, mi hermanita, mucho antes de dejarnos. Era igual que ella, con su cabello dorado como el sol y sus ojitos azules como el mar. Casualmente, el traje de baño que llevaba, era azul. Me invadieron rápidos flashbacks de Hanna jugando con mi mamá y conmigo; maldito auto. Maldita enfermedad. Maldita inconsciencia. El sonido de una corneta me dispuso entre dos instantes paralelamente unidos por mis recuerdos y el presente. Un hombre con una gruesa contextura y una enorme barriga cubierta de pelos le gritaba a un muchacho que se había concedido la tarea de buscar agua de mar para lavarse los pies, supongo. Al parecer el emisor ya quería marcharse a casa. Sin embargo, en lo que se refiere y acontece a mí, no podía ponerme depresivo, tenía una maleta que llenar. No podía permitirme detenerme a pensar en qué faltaba, o quienes me faltaban, simplemente no. Me negaba por un instante a recordar el dolor que se siente perder a un ser querido. No se lo deseo a nadie en este mundo. Ni al peor de mis enemigos, si es que a mis espaldas los  tengo. Un pequeño perrito se me acercó y me pegó su fría nariz de la pierna derecha, trayéndome al presente de nuevo. Acaricié levemente su cabeza y seguí caminando… Cuando llegué a la casa antigua y tejada, con rejas negras y fachada blanca, me detuve, abrí la puerta y allí estaba mi madre en la cocina, sirviendo mi cena. El calor tan abrazador que calentaba el pueblo a esa hora después del ocaso, hacía que la persona más importante de mi vida usara ropas ligeras. Pero, esa bata vieja que tenía puesta, englobaba mucho la palabra. Tenía un aspecto que prácticamente daba a entender que la había tomado del basurero. Estaba rota cerca de la cadera y la rajadura de la tela tenía forma de balón de fútbol americano. Tenía el cabello recogido con una patética pinza de Chloe con una mariposa que brillaba en la oscuridad. Al sentir mis pasos, se volteó hacia donde escuchó tal sonido y se dirigió a abrazarme con las manos mojadas del fregadero.
            -¡Oh, cariño! ¡Estás caliente! ¡¡Y ya me manchaste el piso de arena de nuevo!! ¡Ve a tu cuarto y ponte unos zapatos! ¡No dejes que se te enfríe la comida! –me dijo, con un tono represivo pero jocoso a la vez, dándome una nalgada.
            -Tranquila mamá, ya bajo. No te enfurezcas. –utilicé mis manos y mis gestos de la cara para que se compadeciera de mí. ¡Ja!-
Respondí su acotación y subí las escaleras hacia mi habitación, cuando por segunda vez, escuché mi nombre desde abajo en un tono elevado, causante del salto de sorpresa que di. Sé que entré a la casa con los pies llenos de arena, lo cual no había motivo alguno de alteración de la paz de un ser común como yo. Quizás mi madre sabía que mis pies estaban en ese estado, pero no había visto los rastros que dejó mi caminar. Bajé casi corriendo con los zapatos anchos de trenzas que me calcé rápidamente y busqué la escoba en el pequeño cuarto detrás de la cocina. Barrí rápidamente los rastros de arena, limpié mis pies, besé a mi mamá en señal de disculpa, aunque no paraba de reírme y me senté a comer en la mesa que decoraba en cantidad a la cocina y en la cual reposaba un plato con espagueti largo. Mamá me vio con una sonrisa que se burlaba de mi descuido y se volteó hacia la nevera, abriéndola para colocarme la Kétchup frente a mi plato. Noté que mientras estaba de campamento con mi hermano, mi mamá aprovechó nuestra ausencia para hacer cambios en el hogar. Las columnas estaban pintadas de naranja (recordé el horrible traje de baño de Chloe) y la pared de amarillo claro. Cubriendo las ventanas, se apreciaban unas cortinas blancas con pequeñas frutitas decorando aquella fina tela, a través de la cual se podía ver el paisaje exterior. Me complació mucho darme cuenta del toque perfecto. Todos los cambios hacían juego con los muebles de madera que habíamos adquirido este año, no hace mucho. Comí más rápido que una bala y coloqué el plato silenciosamente en el fregadero, antes de salir corriendo a mi habitación.  Pasados unos minutos tuve que confirmarle a Chloe que la acompañaría a Manhattan con su novio, ya que no era aún el momento perfecto; razón que me confesó al oído cuando volvió a la casa a preguntármelo. Por su expresión y la forma en la que se mordía nerviosamente el labio, pude darme cuenta a qué hacía relación y asentí comprendiendo su acotación,  sabiendo que  mi hermano nunca se preocupó por comprenderla. Le inquietaba mucho más que estuviera en buena forma y que fuera una chica sexy para él, con la única excusa de no mirar a otras chicas que estuvieran iguales o mejor que ella. Estaba seguro de que también le preocupaba que yo fuera más alto que él y que tan sólo tuviera diecinueve años, y él veintidós. Yo siempre dije que mientras la persona que esté compartiendo su vida conmigo me quiera y me acepte tal como soy, con virtudes y defectos, no había altura, o edad que fuese más importante. Él vivía con su novia en la casa de sus padres, a la esquina de la nuestra. En temporadas, o situaciones de suma importancia, se les veía por la casa de mi madre; pero muy de vez en cuando. Cada vez que se presentaba una pequeña oportunidad de preparar comida de más, podíamos disfrutar de su compañía. Chloe no tardó mucho en volver a su casa. La “escolté” hacia la puerta de entrada, me dio otro beso en la mejilla en señal de agradecimiento y pude sentir un poco de pena por ella. No por ella exactamente, sino porque estaba con mi hermano. Cerré la puerta y me detuve detrás de la misma esperando a que se alejara mientras supervisaba por el vidrio. La perdí de vista, cuando me distrajo el sonido de la moto de nuestro vecino más próximo. Sin protestar mucho por eso, le pasé el cerrojo a la puerta nuevamente –Chloe había acudido a mí en horas de la noche, y mi madre y yo acostumbramos pasar el cerrojo muy temprano- subí a darle las buenas noches a mamá –que veía un programa de cocina- y cerré la puerta de mi habitación opacando el sonido de su televisor. Me paré en el centro de mis más acogedoras cuatro paredes y visualicé el entorno. ¿Qué podría llevarme para un viaje que probablemente no disfrute? La luz que provenía del techo, no iluminaba a la perfección el lugar, por lo que miré hacia arriba y maldije la mala calidad de la lámpara. Muy sencilla y varonil; parecía una luciérnaga gorda incrustada a la pared como si tuviera alas magnéticas y la misma fuera de metal. Abrí mi armario y saqué fácilmente mi maletín de viaje. Lo subí sobre la cama. Con una mueca de indecisión, me arrastré de vuelta al armario a escoger detenidamente mis franelas favoritas. Las lancé a la cama –algunas cubrieron el maletín-, y después de contar como cinco, cerré el armario y me dispuse a doblarlas sentado en la orilla de la cama para empacarlas. Luego añadí al equipaje las demás cosas indispensables para un viaje corto. Cepillo de dientes, mudas de ropa interior, calcetines. Preparé poco equipaje, en comparación con los demás viajes que he hecho. No quería quedarme tanto tiempo en un sitio solo, viendo a mi hermano y amigos devorando carne como caníbales mientras yo contaba granos de arena sentado en el inodoro para deshacerme de toda imagen desagradable. Esta fue una noche en la que me costó dormir y tuve la mente en blanco. Estaba haciendo más frío que de costumbre y olvidé cerrar la ventana antes de acostarme y cubrirme con el edredón. Me levanté violentamente, como un niño a quien obligan a hacer su tarea mientras juega en su consola de videojuego. Me quedé un rato largo visualizando aquel paisaje que me ignoraba y al sentirme más iluminado por la luna que por mi propia lámpara, subí la mirada hacia aquella estrella gorda y suspiré. Extrañaba montones de cosas. Mi casa ya no era la misma. Mi familia no era la misma. Ni siquiera sé si yo siga siendo el mismo. Es increíble como la vida da giros. Como un molino en un granjero, sólo que el mío estaba vacío. Y ya el viento no corría por mi prado. Quizá mi corazón albergue una esperanza de volver a sonreír nuevamente. Pero no le doy certeza a que la razón dé su “brazo” a torcer. Cerré la ventana y arrastré los pies hacia mi cama. Estaba exhausto. El día de campamento me consumió toda la energía que podía considerar que tenía. Me refugié en el edredón de soles que me obsequió la hermosa mujer que se hallaba próxima a mí en la otra habitación y me cubrí hasta la cabeza. No podía dormir. Pero de repente tenía calor. Resultaba extraño ese pálpito violento en mi pecho, cuando sólo sabía que haría lo mismo de siempre, en situaciones iguales. De tanto pensar, no reparé al día siguiente el momento en el que cerré los ojos la noche anterior. Amaneció inexplicablemente rápido para lo que estaba esperando y me levanté aturdido por el sonido de la bocina del auto de Peter, mi hermano, botando vulgaridades por la boca. Salté con la rapidez del movimiento de la lengua de una rana cuando atrapa a su presa y con el portazo que le di a la puerta del baño, al cual entré para cepillarme, desperté a mi mamá y desde afuera me dio los buenos días y bajó a prepararme un desayuno improvisado. Salí como ciervo perseguido por un guepardo hacia mi cuarto, me coloqué una camiseta negra sin mangas y tomé mi maletín, antes de casi saltar hacia el vestíbulo. Me despedí de mi mamá que me preparó sándwiches para el viaje, y después de estremecerme con su abrazo fuerte y cálido, le di otro beso escuchando su bendición y la orden de que la llamáramos cuando hubiésemos llegado, salí apresurado y abordé el Mazda azul, que yacía en frente de la casa.
            Saludé con confianza y me senté del lado derecho en los asientos traseros, junto con los bolsos, maletas y cosas de la mujer exagerada que tenía por cuñada. Supuse que mi madre se despidió de nosotros con la mano, porque no pude ver más que el equipaje de Chloe. Tomamos carretera a las ocho de la mañana desde Dayton, en dónde vivíamos. Unas horas después, llegamos a Manhattan. Nos detuvimos a almorzar en un pequeño restaurante que había en la carretera.
 Tardamos poco ahí. Pasada una media hora llegamos a una casa muy colonial, con jardines y cercado. Pude saber que se trataba de la casa de Joanne, la mejor amiga de Chloe. Peter hizo una llamada frente a la reja inmensa que protegía el espacio libre del patio en donde no faltaba el césped y pequeñas hileras de flores extrañas, junto a uno más grande que era sólo pavimento y en donde supuse que Peter estacionaría el auto. Pasados unos cuantos minutos salió una chica de baja estatura, con tez bronceada y con notables aparatos en los dientes. Su cabello era muy liso y de un color caoba rojizo, que hacía ver muy tierna la combinación de sus ojos cafés claros. Supuse que era Joanne, porque Chloe gritó de emoción y corrió hacia ella ahogándola con un abrazo que denotaba que no se habían visto por un largo tiempo. Después de que la chica en cuestión, asfixiada por el abrazo de Chloe, abrió la reja y Peter pudo estacionar el auto, un poco apenado, osé a permanecer dentro del mismo mientras los escuchaba hablando sobre el largo período sin verse. Mi hermano abrazó a Joanne, después de dejarme solo adentro, y los tres voltearon hacia un chico que acababa de salir por la puerta de entrada. La misma por donde vi a Joanne salir. Reaccioné al instante saliendo del auto y ya éramos entonces cuatro personas que lo veíamos, y pasé a ser el único cuando los saludó rápidamente y se fue hacia la parte de atrás de la casa corriendo. Lo seguí con la mirada algo perdida hasta que no pude distinguirlo más; y allí fue que me digné a salir del auto y caminar hacia los chicos para conocer a la tan nombrada amiga de mi cuñada, y quizá para no dar una mala primera impresión. Fingí haberme quedado dormido y me incorporé al círculo deforme que hacían. Chloe me presentó y estreché la mano de la chica con educación. Me quedé hablando con ellos un momento breve, hasta que ella nos invitó a entrar al vestíbulo y más atrás nos acompañó…
            -¡Matt!
Matt, ¿así se llamaba?
La voz de Joanne sonaba muy dulce pronunciando ese nombre.
-Te presento a Peter y a Brandon. Peter es el novio de Chloe y Brandon, su hermano.
Se acercó a nosotros y estrechó la mano de Peter y luego la mía.
-Mucho gusto. Me llamo Matt.
-El gusto es mío –le respondí.
            Se alejó hacia Joanne, que lo tomó por la cintura desde atrás y por un momento sentí impulsos de empujarla. ¿Cómo se me pudo pasar por la mente tal cosa?
            -¡No puedes dedicar tu existencia a cubrirte los oídos con unos audífonos! ¡Ten vida social, por Dios! –le dijo Joanne a Matt, sin tacto alguno- No imaginaría que harías si vieras tu iPod en el fondo de la piscina.
            Matt mofó a Joanne y demostró que el comentario no le agradó, por lo que suavemente se zafó de los brazos de su hermana mientras ésta se reía en juego con los otros dos. Subió unas escaleras que noté del lado izquierdo del vestíbulo cuando entramos. Supuse que se dirigía a su habitación. Mis acompañantes y yo nos encargamos de bajar el equipaje del auto. Ayudé a mi hermano a llevar las cajas de cervezas hacia la cocina. Mientras que Chloe traía los bolsos y demás cosas y Joanne colocaba las cervezas dentro del refrigerador. De improvisto, escucho a Chloe alarmarse al ver a su amiga y colocarse las manos sobre la sien.
-¡Joanne! ¿Qué estás haciendo?
-Estoy metiendo las cervezas en el refrigerador. ¿No ves?
-¡NO HAGAS ESO! ¡Pueden explotar! ¿No lo has leído en alguna parte?
-No.
-Yo sí. Creo que fue en una revista en la peluquería.
Mi expresión fue de desconcierto. Como si me hubieran explicado la teoría de gravitación en arameo. Volteé mis ojos y revisé mi bolso buscando mi cámara digital pero no la encontré por más que busqué y revolví todo allí dentro. Me devolví al auto desviando la mirada hacia Joanne, que había terminado de vaciar la caja entera y la colocaba bajo la mesa de la cocina. Le pregunté con un poco de pena si podía llevarme la caja para desecharla afuera. Me dio muy despreocupada una respuesta afirmativa y cuando tomé con la mano izquierda el objeto, aluciné al pasar nuevamente por el vestíbulo al ver unas pequeñas figuras de hierro muy bien distribuidas en una mesa de madera barnizada bajo un espejo grande con un marco muy antiguo y elegante. Joanne se acercó a mí al oírme maravillarme en voz alta por la curiosidad y me dijo que esos fueron los primeros juguetes de Matt, cuando apenas tenía 3 años. Su padre se los había traído de Australia, poco antes de morir en un hospital por un derrame cerebral. Por lo visto, había otros molinos sin viento a mí alrededor. Le sonreí con educación y ella igual a mí, antes de ver su reloj. Eran las 4 de la tarde y su tía ya debería estar por llegar, según lo que les escuché mientras hablaban en el patio apenas me uní a la conversación. Se metió a la sala de estar.
  Al dirigirme a la puerta de la casa para salir, Matt apareció de golpe con una especie de portafolio en las manos tropezándome sin querer en lo que torpemente, solté la caja y me cayó sobre un pie. Maldije a todo el firmamento mirando hacia Matt que trató de aguantar la risa y mi rostro cambió. ¿Sería por el efecto de haber visto esa expresión en el suyo? ¿Por ver su sonrisa?
            -¡OH, discúlpame! –Se reía con júbilo-, a veces no sé ni por dónde camino, Brandon, ¿cierto?
            Asentí con la cabeza y sonreí con nerviosismo sobándome el pie, como si así sanaría el golpe que me dio la caja.
            -Iba a buscar mi cámara al auto de mi hermano y a ver dónde colocaba esto para que lo desecharan, pues ahora más. Debí dejarla allí. –le dije después de mirar con desprecio a la caja de cervezas, señalando la cocina con la cabeza. Nuevamente logré sacarle una sonrisa a Matt, que creí verlo sonrojarse.
-Está bien, yo iba un rato al estudio a continuar dibujando. –me dijo con dulzura en cada palabra que emitía, señalando el portafolio con la cabeza, después de un silencio incómodo en la búsqueda de alguna insignificante cosa que decirme.
-¿Tú… dibujas?
-Eh, sí. Pero no es la gran cosa. No soy un dibujante profesional. Sólo plasmo en papel cualquier cosa que se me ocurre, pero no con lápiz de carbón sino con pintura.
-Wow, eso es genial. Algún día quisiera ver lo que haces.
-Seguro, aunque si quieres buscar la cámara y luego acompañarme, no sería mala idea.
-Mmm, de acuerdo. Sí, hagámoslo.
-Genial.
Me abrió la puerta para salir. Lo hice primero, y él me siguió. Cerró la puerta tras de sí y me esperó en la entrada. Abrí el auto y lo vi desde la ventanilla agachado. Mordía con sutileza la comisura de sus labios, apretaba su mandíbula y miraba hacia los lados con un gesto serio, misterioso… tomé la cámara, estaba bajo unas sábanas que no me daban mucho que pensar y cuando me volteo para salir del auto y cerrarlo, me sorprende la presencia de Matt tras de mí. Pegué un brinco de susto junto con un pequeño gritito y luego me sentí intimidado. Jamás debí permitir que saliera ese sonido de mi boca. Y como estaba en cuatro patas como un desvergonzado perro, se me puso la cara del color de mi bermuda al pensar que quizá él estaba detrás de mí cuando adoptaba tal posición.
-Oh, disculpa si te asusté, no fue mi intención, sólo que estaba pensando que tal vez no quiero dibujar hoy y que ya que estás aquí podríamos ir a la piscina a bañarnos un rato. ¿Quieres?
            “¿Otra cosa diferente? Pero qué inestable”. Pensé. No sabía en realidad que hubiese una piscina, pero di una respuesta afirmativa. Cavilé varios segundos acerca de la facilidad con la que variaban los planes y las decisiones de este chico, pero quizá hice caso omiso, ya que otros efectos compensaban el hecho de no pensar en ello. 
            -¡Te muestro los dibujos luego! Voy a llevar mi portafolio a mi habitación y luego te alcanzo –no esperó a que diera mi respuesta cuando se retiró rápidamente lejos de mí, entrando a la casa.

Las tres personas restantes que ocupaban el entorno en ese momento –mi hermano, su esposa y la hermana de Matt-, se hallaban afuera, en el patio trasero, cubierto por una cerca repleta de matorrales por detrás de ésta, vista desde el callejón principal y desde adentro, actuaban como guardaespaldas; en el centro, una agradable piscina, que por un lado “eclipsada” por el reflejo del árbol que la llenaba de pequeñas hojas sólo por la mitad, se movía formando pequeños oleajes a medida que el viento besaba su superficie al pasar desapercibido. Visualmente hablando, sí se veía muy provocativa. Grande y muy ancha, se podía ver el atardecer desde ella, cuestión que me resultó perfecta. No pude creer cómo el tiempo corrió tan rápido estando tan distraído. El tiempo corría cada vez más vertiginosamente, y sin embargo nadie al parecer lo notaba. El cielo se oscurecía, las nubes se sonrojaban por la despedida apasionante del sol, y yo también, al estar parado en un sitio en donde tal vez no me sentía ni bienvenido ni cómodo. Al menos por ese momento, a juzgar por mi mala percepción, no había nada que me entretuviese lo suficiente como para despejarme la memoria de la pesadez de mis recuerdos y no sentir pesado mi pasado.     -¡Hey, Bran! ¡Tómate una cerveza! –me grita inesperadamente Peter.
-No, Pete. Sabes que no tomo.
-¡Bah! ¡Algún día lo harás!
            Nuevamente me negué a alterar mi sistema inmunológico. Obviamente le agradecí a Peter la amabilidad y sentí como convertía la expresión de su cara igual a la de un pintor que chorrea su obra de arte. Noté que Matt había llegado de repente y tampoco tomaba, cosa que me pareció extraña.
¿En qué clase de cosas pensaba? Se supone que si no tomo licor es porque no me gusta, pues él tampoco lo hará por la misma razón. Sin embargo, por algún motivo en especial, él tampoco estaba apetecido por lidiar con su hermana, estando con el mío, y menos con su acompañante. Supongo. Aún estaba parado casi en medio de la estancia sin saber qué hacer. Matt al parecer no notaba mi presencia y los demás permanecían parloteando como loros sus anécdotas de nuestro camping. Sumido en la incertidumbre y la vergüenza de estar en un sitio ajeno sin saber si tengo derecho a actuar por cuenta propia, me quité la franela negra que traía puesta y el pantalón. Creo que haría lo mismo que el hermano de Joanne. Si era lo que yo pensaba que haría. Me dejé las bermudas rojas para cualquier imprevisto como éste, aunque no sé ni para qué, porque me había traído muchas en el bolso. Matt se quitó su franela igualmente mostrando un torso delgado, –mientras algo dentro de mí viajó como una ráfaga de fuego desde mi garganta hasta mi estómago- lanzándose a la piscina y salpicando agua cerca de los muchachos. Yo ya estaba en bermudas y si no me metía de inmediato a la piscina, pensarían que me dio una parálisis corporal. Por lo que dramaticé la acción después de que Matt lo hizo.
            -¡Ten más cuidado! –le gritó Joanne a su hermano sin molestia alguna, limpiándose las piernas y el brazo derecho. Al parecer le había salpicado, ya que era ella la que se encontraba más cerca de la piscina. Matt la burló haciendo un gesto vulgar con su dedo.
            Me invitó a aproximarme hacia él con un gesto de la mano, muy diferente al anterior. Todo se silenció por un pequeño instante, y sólo me invadió la presión del agua. Nadé como un tiburón acechando su presa, y al salir, froté mi cara con ambas manos y me detuve cuando me lo encontré de frente.

12.10.2010

Palabras... ¿Muertas?

Como las hojas de libros que marchitaron
Revelas una verdad antigua y pasada
Heriste almas y palpaste tus manos
Sobre la fría nieve que impregnaba el suelo
Sangrando lamentaste en qué fallaste
Tu ironía no te dejó pensar
Si caer en el abismo en donde pecabas
O rendirle culto a tus fotografías
Esos seres inmóviles que contemplas en los días lluviosos
Derramando lágrimas sucias, falsas
Manchando las paredes de ilusiones vacías sin retorno
Que queman tu dolor, que te hacen sufrir sin él
Matando la pasión que te ata al rencor
Desprendiendo esa emoción que destila pasión
Agitando en tu interior la bestia que excita al terror
Reviviendo el pavor más profundo en tus venas
Renaciendo el calor del fuego que calcina tus poros
No hagas que se calle tu absurda solemnidad
Sin el amor que sueñas tener,
te reflejas en un agujero oscuro, sin salida
Y sentirás que tus huesos se congelan tanto
que serán el espejo de tu alma...
Seca, pálida.

Patient

A part of me
Simplely it's breaking free
Or changing an important fate (just like)
Run to you
The things I made
Don't worth the game you have been play
It's just that I don't have the blame by
Run to you
But

I swear I'll be patient
I swear i'll be just faith to you (to you)
I'll get into your... heart too
I swear it'll be gorgeous
I swear I'll be waiting for you (for you)
And that's why I think
You are my tears
Are my smiles
You are all, for me
Until the sunlight gets down

Feelings revived
Dream that make me climb the sky
I never though a simple lie make me, run to you
It'd seems so perfect
I don't just imagine what's real
I falled into deepness
And the heal burned my heart out

Why I could be faith to you?
Why I never think that you will
Break me, touch me, until my patient explode
I swear I'll forget you
I swear you'll be sorry, for me (for me)
And that's the moment you, run away
Run away
You were all for me
And right now there's no mark of it
Sign about you
You were my heart
And when finally there's no beats left,
I'll live.

Sin respiración

Los pies de la oscuridad pisaron a la inocente luciérnaga hipnotizada de amor. Los pálpitos de su corazón no pudieron gritar clemencia. Yacía moribunda mirando al cielo nocturno y suplicándole una prórroga al viento que acariciaba su centelleante cuerpecillo. No podía respirar lo que la intoxicaba. No podía levantarse y volar. Sus alas estaban destruidas como los huesos inexistentes de su esperanza. Resignada permaneció visualizando aquel lienzo negro por el que simulaba ser una estrella voladora en sus esplendorosos días de felicidad, pero de un momento a otro, el dolor pudo más con su valor de vivir. Y su valor de vivir lo pisó quien creía darle el valor para amar. Su visión se hizo parte de la noche,  las estrellas dejaron de brillar y su vida se quedó sin respiración.

Toma mi mano

 Y déjame huir contigo de lo que será en vano. Arrastra tus sueños y enfrasca tu alegría en la mía. Tómala, pero no te molestes, ya que no lo hago con mala intención. Hazlo y déjame alejarte de los que quieren alejarte de mí. Déjame sentir como el calor de tu piel ahuyenta la frialdad de tu ausencia. Déjame sentir que estás a mi lado, tomando mi mano. Para evitar que me tiemble el alma, para agobiar a la rutina en su desesperado intento por separarnos. Toma mi mano y no los dejemos herirnos. Cerremos los ojos y no veamos nada que nos haga daño. Toma mi mano y hagámosnos inmunes a cualquier calumnia que nos intente apartar. Cree en lo nuestro, cree en que cada vez más crece. Intentemos no dejarnos morir en la inmensa distancia. Déjate llevar por mí y déjame llevarte conmigo para que con tu piel, me dejes en la mía ese aroma que me hace sentir que estás conmigo.

Exageracíón: Parte II

 Yo sé, Daniel. Lo sé. Jane Kathleen demandó a Lady GaGa por copiarse de tu rayito pero ve la diferencia: ella se lo pinta y Harry Potter lo tendrá de por vida. Deja el estrés y dile a la mujer más pobre de este mundo (pobrecita, robando hamburguesas en McDonald's) que se quede quieta, ya la Gaga inventará otra cosita. Con respecto al desabastecimiento que causó la bicha esta en la carnicería que está cerca de mi casa, de verdad que me encuentro desconcertado. Esa mujer tuvo la osadía de echarse encima ese poco de carne y dejó arrechas a miles de viejas que no pudieron hacer hallacas. Pero disculpa, ¿tú crees que eso es justo? Yo no. Hasta me provocó un pasticho en estos días y no pude matar el antojo porque se te ocurrió la brillante idea de taparte tus "cosas" con lo que la gente come... Ahora métete a caníbal también, si quieres. Enfureciste a la Rowling y quebraste las carnicerías. Te pasas, chama. Hasta mi esposo, que obviamente sabes quién es porque gracias a tu Video phone, nos filmaron ebrios en el sarao (Zac Efron. Lo sabes, no lo niegues), me dijo que Justin Bieber quería copiarse de él. ¿Tú has visto? Tipa, aquí hablando serio, yo pensaba que tú eras la copia barata de Christina, Madonna y la Britney. Pero me dejaste fue "fly". Tienes un estilo único. Pero vete bajando de la mula con la demanda de Rowling porque sino pronto te apodarán Gagui Potter. Y lo digo exageradamente en serio.

Fantasma

Nace de un sueño roto y de un romance muerto. Es la esencia de lo que fue un instante vacío y transparente, como el alma que perdió y lo poco que le queda. Es el humo de un cigarro que viaja por la piel del aire, absurda. Inexistente. Es el cansancio de poseer una ilusión falsa, una carrera vana hacia una cima que no existe, y que con el esfuerzo extremo los ojos tienden a sudar. Un sudor frío que se entremezcla con el ardor de una decepción prematura, la que en tan poco tiempo destruyó lo que con tiempo se había formado. Es una hiedra gigante que recobra vida cada vez que fracasa. Así es la vida, como un fantasma que nunca muere. Como las heridas que nunca sanan. En lo que irremediablemente nos volveremos cuando muramos. En fantasmas que nunca cumpirán su sueño de volver a vivir para cumplir sus sueños en vida. Vagando frustrados por las calles del arrepentimiento, merodeando este infierno llamado vida.

En la oscuridad

Se tiñe nuestra visión y nos besamos las sombras. Te siento lamer el aire pero sabes que me lo haces a mí. Siento que nadie me toca, pero sé que eres tú. Se humedecen nuestras pieles invisibles y se funden en un pozo profundo de donde nos rehusamos a salir. Haces bailar tus dedos por su mejor pista. Te deslizas como una serpiente por mi alma. Te retuerces, nos convulsiona el corazón, nos estallan los sentidos, colapsa el deseo y aún ni te veo. Pero sé que estás ahí, encima de mi respiración notable. Aplastándome la cordura que me detiene a no pensarte. A no desearte. A parar de tocarte. Porque sabes que no lo deseamos y nos deseamos. Como dos lobos sedientos. Como aquella luna que los despierta. Como aquélla ferocidad que ahuyenta la ternura, que la vuelve salvaje, que nos vuelve voraces. Que nos carcome, que nos hace comernos. Bebernos. Tenernos. Que nos hace acabar con la inocencia. Con la vergüenza. Con la oscuridad.

EPITAFIO

Me oculté bajo la falda de un recuerdo y por un fragmento de él, vi tu felicidad danzando descalza en un remolino de arena. Extasiado por el tormentoso deseo de volver a perderte me rendí ante la belleza de la noche que me susurraba la tristeza de la luna, que en su luz, estaba más triste que sol asomado en la lluvia. Me sentí como una de esas gotas viajando en picada como un puñal que ansía incrustarse en un pecho herido para terminar con su dolor, pero el ocaso ardía en mi piel y desperté de esa horrenda pesadilla de la que aún sigue siendo pesadilla sin ti. Lo que le pesa a mi mente entender es por qué mi alma no se termina de despertar estando despierta para terminar con aquel injusto final en el que no estás. Pero mi paciencia la deja hundirse en tu mar dejándola nadar y perderse entre la inmensidad de lo que fue nuestro amor. La misma inmensidad que ahora se tornó en dolor. Un dolor que no sé si está o se quedó en penumbra. Pero ya sea oscuro o claro, ahí estará ahuyentando mi empeño por ser feliz, en un desesperado intento por serlo cuando ya lo soy.

HOLOGRAMA

Tú, desliza tu lengua por la piel de tu memoria y elimina con tu saliva los momentos en donde estuve yo; y tú, acuesta tus labios sobre los míos y originemos un recuerdo nuevo que fue real. Tú, déjate arrastrar por la distancia y abrázate a ésa persistencia de caminar solo por un camino ardiendo en llamas, porque yo ya no soy ni fui la humedad que apagó tu fuego; y tú, acompáñame a besarle la suerte a este holograma llamado destino que decidió volvernos reales. Tú, diséñate una paradoja perfecta en la que se base tu deseo y conviértela en algo que realmente te llene el alma y deja que mi felicidad sea totalmente perfecta sin ti; y tú, quédate a presenciar las estrellas junto a mí mientras el cielo nos mancha con su oscuridad y nos oculta de la envidia y la vehemencia, y deja que el frío viento nocturno se cuele por mi propia piel, tuya. Tú, trata de borrarme y déjame olvidarte para que, tú, puedas quedarte y no recordarme. Para que seas parte de mi felicidad, que se basa principalmente en un holograma.

NOCHE POR SIEMPRE

 El ocaso se comía la claridad del sol y me quedé abrumado por no haber podido despedirlo desde el malecón. Cuando me di vuelta, caminé con mi camiseta en la mano dando traspiés por el desnivel de las rocas de la playa y visualicé a lo lejos una casa abandonada. Él estaba sentado en aquel escalón de madera junto a una reja negra y parecía esperar a alguien. Tenía puestos unos lentes de sol que le cubrían casi toda la cara, lo cual me pareció extraño, ya que no había ningún sol del cual cubrirse la vista. Por mera casualidad, él llevaba puesta una franelilla negra con la figura de mi gato favorito de la infancia. Con un acento muy cortés y a la vez jocoso, lo abordé con mucha educación y le di el respectivo saludo según la hora que era. Sostenía un portarretrato volteado contra su pecho (como si no quisiera que vieran la fotografía que refugiaba). Pareció ignorarme, porque sabía que me escuchaba, ya que volteó la cara cuando pronuncié las palabras. Como no recibía respuesta de su parte, le comenté sobre el clima, el olor de la playa, sobre el cangrejo que casi me muerde el tobillo, como una ola me tumbó y casi pierdo mis pantalones... él sólo sonreía a mi monólogo y eso me llenaba. Porque al menos eso era atisbo de que no me ignoraba. No demostró incomodidad porque anduviera sin la camiseta, pero tampoco demostró que le gustara. Aún seguía sosteniendo con fuerza aquél retrato, como un tesoro que teme que se lo roben o se pierda. Mientras más sentía mi cercanía, más se daba cuenta de que estaba solo. De repente, desde sus lentes (según mi apreciación) emergieron unas pulcras lágrimas que trazaban un camino brillante sobre sus mejillas y sentí lástima por aquél chico. Le pregunté si podía hacer algo por él y no me dio respuesta, si no que, retirándose el portarretrato del pecho, lo volteó y me lo ofreció: yo lo tomé y cuando vi al chico que estaba en la fotografía, pude darme cuenta de que no era ni él, ni su hermano. Y llevaba puesta la camiseta que yo traía en las manos. Cuando, presa de la incertidumbre y el asombro, le veo la cara al chico de la fotografía, soy yo. El mundo se me vino abajo como en una catástrofe natural. Me sentí como si miles de rocas me cayeran encima y me hundieran en la tierra esperando mi asfixia. Consternado, le pregunté: ¿quién es él? El muchacho extendió su brazo y abrió la mano. Blanca, pulcra, pequeña. Entendí que quería que le devolviera el retrato. "Yo no sé quién es él", me dijo. "Sólo sé que lo amé. Mi madre me dijo que aquí hay muchas fotos nuestras. Y que antes de irse, ésta había sido la foto que yo le había tomado. Él me dijo que volvería en la noche, pero llevo esperando ya muchas noches y no ha llegado. No sé cuando amanecerá, pero sé que él llegará. Tengo la fe de que está muy cerca de mí. Él siempre venía en las noches cuando sus padres estaban dormidos y nos quedábamos hablando hasta que yo me dormía y él se regresaba a su casa. Mi mamá es una mentirosa. Estoy a punto de creer que sólo lo decía para consolarme. No sé si seguir esperando. ¿Qué crees tú que deba hacer?". Estaba ardiendo por dentro, yo jamás en mi vida había visto a este muchacho, sin embargo él sostenía una foto mía en sus manos. Estuve a punto de decirle que era yo, pero: ¿cómo convencía a un completo desconocido que me esperaba, que estaba ahí, en frente de él, que ya su espera terminó, si ni siquiera podía verme y creerme? Subió la cabeza hacia mí, como si quisiera haberme dicho algo más, a mí, que estaba parado frente a él. Pero lo que hizo fue dar una gran bocanada de aire y soltó de sus labios: "Sé que ya no volverá. Lamento no haberlo podido despedir desde el malecón".

HIERES

Ahora mi corazón se rotula una cicatriz con la más afilada noción de tu realidad: vivir sin mí. Como si nunca hubiese existido. Cualquier recuerdo de mí talvez lo interpretarás como algo inevitable y vacío. Y nada en la vida podrá explicarle a mi alma por qué tu respiración se volvió tan tóxica para ella. Hieres a esta alma empedernida y perdida en tu pensamiento a la que envenena tu sentimiento hostil y le soplas como un tornado toda la basura que dices no sentir por mí. Porque me cansé de buscar lo que no iba a encontrar. Porque hieres sin ningún motivo a ésta empedernida alma que volaba por un cielo oscuro sin la compañía del brillo de la luna. Brillo que se apagó cuando fue de día, porque caí al suelo y cerré los ojos. Así que ni de día, ni de noche, pude darme cuenta de lo que había dentro de ti. Quizá porque tuve los ojos cerrados. Quizá porque te amé como un ciego en la oscuridad de mi mentira. Quizá porque hasta tú me mentiste, y por eso no sabía nada. Pero creo haber abierto los ojos ahora. Creo haberme dado cuenta de que fue suficiente soñar despierto y saber que lo que soñaba dormido nunca se haría realidad. Porque hieres a esta tonta alma que ayudaba al corazón latir más rápido que las alas de un colibrí cuando te veía. Porque hieres a esta triste y desdichada pasión que tú mismo mataste y la volviste contra ti. La hieres, me hieres, amándome a escondidas. Amándome sin querer amarme. Estando sin querer estar cuando te dignas a estar. Sin embargo mi corazón todavía late, bombea sangre. Está bien. Estamos bien. ¿Te necesitaremos a ti? No lo sé, pero tampoco lo quiero saber.  

PRENDADO IDIOTA

Atrapado en la prudencia en donde se me ahoga el deseo, ahí estoy. Encerrado en una burbuja de sueños en la que se basa tu "inocencia", ahí estás. Visible e intocable. Como un pedazo de carne que rebanó un carnicero; y (probablemente yo) el indigente que añora comerlo. Envuelto entre la incertidumbre que se burla de mi imposibilidad, te veo. Rodeado de fantasía y color, en un mundo en el que habitas tú y en el que yo morí, sigues estando tú y no puedo parar de verte. Esto es algo más que una absurda demencia que me paraliza los sentidos al pararme frente al espejo y lo único visible eres tú. Un reflejo que añoro palpar, con unas manos que arden sin acariciar tu piel. Un remedio irremediable que es el pensarte. Como si no existiera algo más. Como si mi vida comienza a partir de la tuya, siendo mi perdición absoluta al no merecerte, o al no saber esperar. En mi amplia angustia adolescente de tenerte, más bien prefiero que entiendas lo que hay en mí y entender qué es lo que me enloquece de ti. Le compraría un reloj al tiempo y esperaría junto a él, si es que sin ti mi esperanza se desvanece. Cuando mi vida se acabe, por ende. Esperaría a que explores con tu desbordada delicadeza cada parte de mí, las cuales se inundan de miedo por perderte. El mismo miedo que experimenta mi alma al sentir que te perdió cuando ni sabe siquiera si te tendrá. La misma alma tuya que se escapa de mi cuerpo en rechazo. Pero quizás son puras supersticiones. Sin embargo, preferiría esperar a que sepas si a mi vida la querrás hacer feliz, si es mi vida la que le da sentido a la tuya. Prefiero a la vez que no sea así y partirme el corazón en dos, pero saber que eres feliz estés donde estés. O donde mi vida, que se escapó con tu alma, me deje. Hasta en un colapso exagerado de mi mente pensante, prefiero no ser lo que quieres y verte sonreír, ya que eso fue lo que me hizo prendarme de ti.

ENVIDIO

Envidio a mis ojos, que no se detienen al verte.
Los que ahora se humedecen porque no estás.
Envidio a mis labios, que conocen muy bien los tuyos y los llenaste con tus besos.
Los que ahora son transparentes en mi memoria.
Envidio a mi lengua, la cual viajó sin frenos por toda tu piel en aquella oscuridad.
La que me invade ahora en mis noches solitarias.
Envidio a toda mi piel,
mis manos,
mis pies;
que sabían comunicarse contigo de la forma más (dulcemente) silenciosa.
Hasta envidio tus dedos,
que fueron como cuchillos que penetraron mi alma de cristal, cuando me envolvía en los recuerdos de tus caricias.
Envidio y me encanta esta poesía que me aturde;
porque se trata de ti.
Envidio a la memoria que te recuerda.
Envidio a esta absurda malcriadez.
Hasta envidio mi vida que estuvo contigo,
y la envidio porque te supo dejar ir,
pero yo soy el que no te quiere olvidar.

QUERIDOS DESDICHADOS

Queridos desdichados,
estando sin poder siquiera.
Queriendo y no pudiendo tener.
Se aman y se hacen daño en la temperatura cálida de la primavera que el invierno congeló.
Aquél árbol de hojas marchitas en el que se esconden.
Aquél árbol en el que quieren abrazarse y detener el tiempo.
Tiempo que quieren que vuele como un avión destrozado, en llamas.
Tiempo que los separa y une,
circunstancias desfavorables, destinos enlazados.
Sufriendo están y juntos se quedan,
sin poder siquiera,
pero ahí están.
En el medio de una desesperada fábula que está a punto de acabar en un feliz y triste final.
Al final de la realidad triste que desea ser una fábula feliz.
Al comienzo de la tristeza de vivir en una realidad en donde no están juntos.
En el medio de dos decisiones,
aterrados por la devoción por la tentación llameante.
Deseando ser y no poder ser.
Perdidos en la incertidumbre.
Dudando de las consecuencias de sus faltas,
siguiendo sus crueles y puras intenciones.
Queriendo jugar y saber,
que retirarse y perder.
El cielo nunca decide y cuando decide, castiga.
Tienen lo que necesitan, quizá.
Sus almas divididas, confundidas, extraviadas en el deseo.
Mordiendo la fruta, hundiéndose en su cordura.
Sabiendo que se perderán el uno al otro,
sabiendo que el dolor es parte del amor que se tienen.
Pobres príncipes de otoño.
Hipnotizados en ese momento que los une.
Queriendo haberse conocido antes,
antes de todo. Antes de nada.
Queriendo no ser nada.
Para no sufrir,
ni amar.
Para ser nada.

MI TODO

Me entiende.
Me aconseja,
me ayuda a pensar.
Me busca la solución,
me anima,
me realza,
me calma ante la adversidad.
El único que entiende todo,
porque ES mi todo.
El único que sabe lo que quiero y por qué lo quiero,
o por qué lo quiero y no lo tengo.
El único que me ayuda a saber hacia donde debo correr para llegar a la meta.
El único que me da una razón diaria para saber abrir los ojos y verlo.
El único por el que me empapo en la lluvia si es que está lloviendo.
La única razón por la que respiro,
el único que respira para darme oxígeno.
El que me da los motivos para no morir en vida.
El único motivo para ser feliz.
Mi arma,
mis dedos,
mi coraje,
mis sueños.
Mi vida durmiendo en su corazón.
Mi valentía de continuar luchando,
mi fuerza para soportar los crueles momentos.
Al único al que amaré incondicionalmente hasta que otro tenga el honor.
El único que en realidad me enseñó a amarme,
ése soy yo.
Mi todo.

ZAPATOS

A causa de tu desdichada inconformidad y mi actitud conformista,
caminamos juntos como dos zapatos iguales.
Tan iguales que eran diferentes;
caminábamos juntos y cada paso nos alejaba más.
Íbamos a una misma dirección y parecíamos vernos felices,
pero lo único que ganamos con ese disfraz fue la suciedad del pavimento gris,
en el que sin piedad, soltamos nuestros sueños dejándolos quebrar.
Con las manos que no teníamos con las cuales queríamos escalar hacia una cima nublada.
Nuestra salida no tenía salida al final.
Nos hicieron quizá destinados a estar juntos, pero separados.
Como dos zapatos.
Tan iguales como diferentes.
Tú el izquierdo, y yo el derecho.
Diferentes por ley y "naturaleza",
decidimos caminar lejos,
separados por nuestra desdichada inconformidad de querer (y no poder) ser iguales.

(¿MI?) ANTÍDOTO TÓXICO


Y de nuevo yo, sumergido en la enfermedad de pensarte, me encuentro evaluando el antídoto que me salve del masoquismo de intoxicarme con tu recuerdo. Tu presencia resulta ser el pretexto que me da el corazón para florecer un sentimiento que se detiene ante la incertidumbre y me hiere, explotándome en la sien y apoderándose de mi sistema nervioso; con el único antídoto que me hace pensar en ti y me hipnotiza a la vez sin dejarme encontrar una cura parcial para salir de este abismo, del que no quiero salir porque encuentro muy pasional embadurnarme con la miel de tu figura, recorriéndola con la avidez que me carcome la vista. Visión que me quema al no poder tocarte, ya que a otro perteneces. Y vagando como un inválido por un camino que no existe, hallo por fin la forma de diagnosticar los síntomas que me causan esta epidemia, que me encanta y me envuelve porque tú me la contagias; pero a la vez me coso las palabras y le cierro la ventana a mis ojos que no merecen esperarte cuando realmente nunca vendrás.
Mi impaciencia me contradice, y me grita lo que no quiero escuchar cuando escucharte a ti quiero. Me impacienta el no verte, el no pensarte, el no hablarte. Y mi antídoto es tu presencia. Presencia tóxica que me hace daño porque nunca serás para mí.
Y mientras más te veo, más te deseo,
y mientras más te pienso, más daño me hago, porque estás, pero para mí no estás.
Y puedo sentarme en la penumbra de mi habitación que ilumina tu recuerdo, a pensar y pensar de nuevo en que ya basta. No más. No me merezco esperarte, y de paso quiero hacerlo.
No te mereces que te piense, y sin embargo lo hago.
No nos merecemos estar separados, y sin embargo lo estamos.
Por eso, espero que cuentes con mi rota ilusión, que se alimenta de ti, como era y es.
No tengo armas, ni tengo alma.
No más.
Estoy sufriendo al no tenerte,
No más.
Estoy gastándome la mente,
No más.
Pero seguimos separados.
¿No más?


AL DESPERTAR

Pero ciertamente hay un rótulo en la sangre que me delata lo que siento, me sonroja la piel y me hincha el alma cuando tu desdichado recuerdo se me cruza como una flecha hiriéndome la mente. Qué cruel se volvió mi pasatiempo favorito cuando de tu boca estallaron las peores palabras que me llegaron al corazón en una noche lluviosa y nublada que olía a decepción. Me envolví como un caracol en el edredón que un día a ti te cubrió también y llovió sobre mis mejillas en lo que tu sombrío recuerdo ya no creaba estragos dentro de mí. Tuve que cerrar mis ojos y viajar por el camino que atraviesa un ciego para realmente darme cuenta de cuán idiota me considero al verme al espejo y llevar esta expresión abandonada por las sonrisas, las cuales te llevaste tú en un puño cerrado.

Pero ciertamente hay una herida que late en mi piel como late tu corazón cuando a ése ves. Por más que quiera escapar a la idea de que ahora me acompaña tu ausencia, despierto ante la realidad que me desgarra la ilusión de tenerte. Me hundo en el pozo de mis lágrimas al convencerme de que todo lo que pienso de ti es totalmente cierto. Sin embargo estoy cansado de pertenecerle a tu memoria, harto de alimentar mi estado de ánimo con una imagen tuya que ya no es real, que ya no puedo tocar y finalmente obstinado de engañarme a mí mismo con tus mentiras y lamentos.

Por eso me levanto y camino sin tus muletas,
por eso sonrío y me doy una nueva oportunidad de hacerlo sin ti,
por eso me doy cuenta de que no me haces realmente falta,
me rindo ante el fracaso de encontrarte,
y alzo el vuelo hacia un nuevo horizonte en el que tú no estarás para oxidar mi orgullo...

... y en donde tus agujas no maltratarán más a este corazón que si puede latir sin ti.

MASOQUISMO: PARTE II (¿UN SER IMPERFECTO?)

¿Para qué guardar la mitad de un corazón ajeno que nunca me perteneció, si tengo el mío roto en pedazos?
Me parto la sien pensando en los que no piensan en mí, sin percatarme de que el único que puede lograr eso soy yo mismo.
Cuando alguien ve algo malo en mí, huyen; me excluyen.
¿Pero yo tengo derecho a huir si algo no me gusta?
Los que me hacen daño se excusan cuando lo hacen,
pero cuando yo lo hago,
¿yo soy el malo?
Mis ojos son dos lenguas que desencadenan críticas que destruyen o favorecen algunos aspectos en las personas,
pero me irrita y permito que la inmadurez me haga sentir tan perfecto delante de ellos como para ofenderme cuando me lo recalcan.
Me creo más que todo el mundo y no hago nada por ser más que nadie, sólo me lo creo yo y creo que lo que hago es perfecto.
Desordeno mi presente, ocupando mi mente en ordenar un pasado que ya no está.
Hoy veo fotos y recuerdo.
Hoy veo fotos y desearía estar en ellas.
Hoy veo fotos y sonrío. Me enfurezco. Me tranquilizo.
Sin embargo, jamás intento sentirme tan feliz como esos seres inmóviles que contemplo en esas fotos, los cuales si saben hacerlo sin mí.
¿Por qué me afecta tanto?
¡Que vivan ellos su vida!
...
Pero tristemente yo vivo las suyas también.
Siento que merezco que alguien me ame y ni siquiera yo sé qué rayos es eso.
No me preocupo por ser el príncipe azul de ninguno, sino que espero encarcelado en mi ingenuidad, el mío.
Nunca me esforcé por ser el hombre,
sino un niño que depende del amor de otro.
Un niño que pide todo y no puede dar nada.
Un niño que a la vez tampoco pide y le dan todo; pero se quejan.
Un niño que sabe cómo enfrentar sus problemas,
que sabe decir NO,
que hasta a veces aconseja al hombre,
que tiende a llorar para ser feliz y sonreír para que otros lo vean.
Un niño que le encanta llamar la atención pero no quiere que nadie lo vea.
Un niño que se la da de niño...

...pero es un demonio.

MASOQUISMO


No soporto que alguien haya tenido un pasado mejor a lo que haya vivido conmigo, ya que yo pretendo que cualquiera sea feliz a mi lado.
No soporto no haber estado presente en el pasado de todas aquellas personas que conmigo han compartido su vida, sintiéndome celoso de su pasado.
No soporto que mis amigos no me incluyan en las reuniones y encuentros grupales, y cuando lo hacen no voy por simple orgullo y luego ando retorciéndome en donde esté, pensando en que tal vez hubiera ido o pensando como podrán estarse divirtiendo sin mí.
No soporto saber que hay cosas que no debo saber y cosas que no sé y otra persona sí.
No soporto que me digan secretos porque de alguna forma u otra dejan de serlo, pero sin embargo odio que me oculten las cosas y cuando me las dicen, no dejo de pensar en lo que me torturó haberlas sabido.
Detesto cuando todos mis amigos están conectados por un vínculo. ¿Pero a qué le temo y por qué me molesta tanto? La desconfianza...
Cada vez que me siento solo me aíslo en mi pasado, hundiéndome en mi memoria como el propio masoquista y contemplo todos aquellos recuerditos de cada momento que marcó una huella en mi tiempo, como si dentro reposaran sus almas.
Me alimento de puros recuerdos, sin siquiera preocuparme por vivir el presente.
Desconfío de quienes debo confiar y confío en quien no debo.
La gente dice conocerme, pero hasta ni yo mismo a veces me conozco (quizá esto es una muestra de ello).
Puedo conocer a alguien, más que a mi mismo y tratar de aconsejarlo y buscar soluciones a sus problemas, pero los míos son sólo una montaña de papeles pendientes.
Me preocupo por todos menos por mí.
Sufro por los que no sufren por mí y extraño a quienes sé que no volverán.
Me entrego como un idiota sin analizar las intenciones de quienes me conquistan y cuando me traicionan, me sorprendo consciente de que en algún momento lo deduje y me la doy de víctima sufrida.
Creo en el amor verdadero y tengo tanta obsesión en enamorarme y encontrar al amor de mi vida que no recalco en que ni me amo, ni estoy enamorado de nadie.
Sólo creo amar a los que me hacen daño y evado a los que me aman.
No sé porque algunas personas se dejan llevar por los efectos de la rutina si al final eso es lo que arruina todo.
No sé por qué esforzarse en luchar una guerra que no existe.
Ya dejé de creer en los sacrificios por aquellos a los que amas.
Me molesta que nadie sepa esperar a que todo pase cuando deba pasar.
Cuando ni yo mismo sé.
Me entristece que la felicidad de algunas personas dependa de lo material y no de los sentimientos, los cuales influyen en la ausencia o existencia de cosas que no tienen nada de ver con lo que alguien pueda sentir por otra persona.
Quisiera a veces simplemente borrar mi memoria y no pensar en nadie, nada más que en mí.
Quisiera saber cómo pude explorar tanto de mi mismo en 20 minutos en una noche en la que tuve que quitarme las medias para poder dormir.

¿Por cuánto tiempo soportaré seguir así?

PARADÓJICO

Para poder entenderte, me peinaré las uñas y me limaré el cabello.
Para tratar de perdonarte, me compraré unos lentes de luna y un suéter para el calor.
Para tratar de olvidarte, calentaré mi comida en el refrigerador y beberé algo con hielo para quitarme el frío.
Quiero entregarme totalmente otra vez, por lo que me bañaré con ropa y haré el amor sin sexo.
Me comeré las bebidas, me beberé las comidas.
Tomaré un taxi para Caracas, con el fin de alejarme de donde vivo y tratar de no pensarte.
Volaré nadando y correré caminando para ver si alcanzo el taxi para volverlo a intentar.
Para pensar como tú, bailaré sin música y dormiré con los ojos abiertos.
Buscaré la luna a las 3 de la tarde y contaré las estrellas, que son el número de posibilidades que tengo para sentirme bien.

Pero ¿sabes?
Las estrellas van a salir en la noche y la luna también.
Podré dormir con los ojos cerrados después de haber bailado mis canciones favoritas.
Podré montarme por primera vez en un avión para Margarita y nadaré en sus playas, estando totalmente seguro de que no estarás en mi mente.
Estoy seguro que tendré sexo, me bañaré como es debido y comeré mientras beba.
No necesitaré un suéter para el calor y unos lentes que me opaquen la belleza del firmamento nocturno.
Y sé perfectamente como peinar mi cabello y cortar mis uñas.
Por lo que trataré de ver tu voz,
trataré de escuchar tu mirada
y trataré de ser lo que ya soy,
con el fin de saber lo que estuve a punto de ser si no me despedía de ti.

Pero hay algo que si sé, mis posibilidades de ser feliz las escojo yo...