Ese día, él cumplía 22 años. Estaba sufriendo la caída del mundo cuando le encomendaron una tarea. Los pocos sobrevivientes que yacían escondidos, eran secuestrados e introducidos en cámaras de aislamiento ya que, al quedar ilesos físicamente por el desastre, adoptaron anomalías irreconocibles. Él halló a las dos personas que buscaba. Una anciana y su nieto de un año de edad. Él corrió, la señora estaba asustada. Por sorpresa, él también. Los encerró en una habitación de un hotel en ruinas, colocando la llave afuera. Ya estaba listo. Corrió lo más que pudo y visualizó a su madre a lo lejos, perdida y sola en el entorno, con un traje andrajoso y consumido por el tiempo. Él corrió a salvarla. Pero, al tenerla una vez más entre sus brazos cuando pensó que estaba muerta, desobedeció la orden y corrió con todas sus fuerzas a la habitación de la que acababa de salir, porque ya a las "víctimas" les quedaba poco tiempo. La puerta yacía entreabierta y el bebé jugueteaba con un cojín sentado en la camita que acompañaba la soledad del sitio. Había un televisor muy antiguo (de esos con los que se cambia el canal con una vaina que da vuelticas) en frente de ellos, que era la única iluminación de la que gozaban. Él entró a la habitación, corrió hacia la señora y la abrazó acostada, pidiéndole que lo perdonase. Ésta le acarició la mejilla y asintió. Luego él viró la mirada hacia al bebé, que distraído aún, le hizo pensar en su hermano que murió cuando apenas crecía en la placenta de su madre. Lo tomó de los brazos pero notó un silencio que le ahogó el alma. Al voltear hacia la anciana, ya era demasiado tarde. Había sucumbido. Ahora él se hallaba sólo con el bebé entre la inmensidad de lo que se podría haber llamado destrucción total. Podrían vivir en donde quisieran. Él podría tomar al niño e huir con su madre. Pero, ¿de quién? Que más daba, eran los únicos que pisaban vivos la tierra. Todo era ruinas. Arena, escombros, polvo, tierra... Su humanismo había sido probado. De todas formas, el sabía que no dejaría morir a nadie por su culpa. Pero la persona que lo mandó a realizar esa tarea estaba viva. Y podía estar cerca de ellos, y lo deseaba.
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