12.10.2010

Sin respiración

Los pies de la oscuridad pisaron a la inocente luciérnaga hipnotizada de amor. Los pálpitos de su corazón no pudieron gritar clemencia. Yacía moribunda mirando al cielo nocturno y suplicándole una prórroga al viento que acariciaba su centelleante cuerpecillo. No podía respirar lo que la intoxicaba. No podía levantarse y volar. Sus alas estaban destruidas como los huesos inexistentes de su esperanza. Resignada permaneció visualizando aquel lienzo negro por el que simulaba ser una estrella voladora en sus esplendorosos días de felicidad, pero de un momento a otro, el dolor pudo más con su valor de vivir. Y su valor de vivir lo pisó quien creía darle el valor para amar. Su visión se hizo parte de la noche,  las estrellas dejaron de brillar y su vida se quedó sin respiración.

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