Luchando entre la cobardía de estar solo y el deseo punzante de rozar su corazón contra un pecho que destile amor, se halló solo entre una penumbra en donde un solo agujero dejaba entrar una cegadora luz que iluminaba lo que quedaba de dulzura entre un alma transparente y llena de belleza tanto interna como externamente. Se levantó hacia el destello que lo llamaba casi formando entre su luz una mano lo suficientemente más grande que él mismo, y se inundó de... luz.
Sin aviso alguno, estallaron más luces en diferentes direcciones, como si se encontrara en una caja de cartón completamente cerrada, y ésta fuera agujereada por tijeras que dejaban entrar desde afuera luces provenientes de una materia desconocida. Tanto para él como para mí. Se apasionaba de la roja, le permitía tocarlo, atraparlo entre su magnitud hasta tornarse parte de él; la azul adentraba en sus poros, lo llenaba por dentro, lo purificaba de emociones y sensaciones nunca experimentadas por un ser humano común; mientras que todos los destellos se transformaron en hilos custodiados por humo, un humo que los acompañaba, los protegía, se volvía su capa, su sombra, ante aquella misteriosa luz que iluminaba la oscuridad. Intervino furiosamente uno más de ellos, pero esta vez su color era amarillo, muy oscuro; casi dorado. Lo rodeó completamente formando aros alrededor de su cuerpo. Y luego así como entraron éstos, lo hicieron los demás. Uno de ellos lo llenó de esperanza, otro de prosperidad... Ya de pronto había tantos agujeros, tantos colores, TANTA LUZ, que él cayó al suelo, por el impacto de la explosión. Cuando abrió los ojos, se dio cuenta que un destello, por muy brillante que sea, tiende a opacarse por cualquier circunstancia que evada cualquier oportunidad. Cuando cerró los ojos de nuevo, soñó lo mismo. Pero veía muchísimas luces, de todos colores, que se fueron apagando a medida que pasó el tiempo... La realidad era otra.
Sin aviso alguno, estallaron más luces en diferentes direcciones, como si se encontrara en una caja de cartón completamente cerrada, y ésta fuera agujereada por tijeras que dejaban entrar desde afuera luces provenientes de una materia desconocida. Tanto para él como para mí. Se apasionaba de la roja, le permitía tocarlo, atraparlo entre su magnitud hasta tornarse parte de él; la azul adentraba en sus poros, lo llenaba por dentro, lo purificaba de emociones y sensaciones nunca experimentadas por un ser humano común; mientras que todos los destellos se transformaron en hilos custodiados por humo, un humo que los acompañaba, los protegía, se volvía su capa, su sombra, ante aquella misteriosa luz que iluminaba la oscuridad. Intervino furiosamente uno más de ellos, pero esta vez su color era amarillo, muy oscuro; casi dorado. Lo rodeó completamente formando aros alrededor de su cuerpo. Y luego así como entraron éstos, lo hicieron los demás. Uno de ellos lo llenó de esperanza, otro de prosperidad... Ya de pronto había tantos agujeros, tantos colores, TANTA LUZ, que él cayó al suelo, por el impacto de la explosión. Cuando abrió los ojos, se dio cuenta que un destello, por muy brillante que sea, tiende a opacarse por cualquier circunstancia que evada cualquier oportunidad. Cuando cerró los ojos de nuevo, soñó lo mismo. Pero veía muchísimas luces, de todos colores, que se fueron apagando a medida que pasó el tiempo... La realidad era otra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario