Conocí a alguien que me habló de ti,
me contó tu historia, tu trascendencia al pasar los años,
los errores que cometiste por ser tú mismo,
las ilusiones falsas que creaste,
los sacrificios que sin duda alguna no recompensaste,
la lucha por tú mismo que no luchaste,
el irremediable sabor del fracaso que conocías perfectamente,
me contó de tus caídas,
tus alzamientos,
cuando te perdiste entre muchos sentimientos,
y perdiste tu propio reflejo roto,
lloró frente a mí, él,
y me dijo lo mucho que lo hiciste ¿sufrir?
Me hizo llorar a mí, transmitiéndome su agonía,
y después de un rato largo de tanto llorar,
me dijo: ¿Realmente él me hace aparecer de repente y me hace herir sin motivo alguno a miles de personas?
Yo no quise responderle, aunque mis ojos suplicaban caer en una pesadilla que seguir visualizando toda esa miseria que a ese pobre ser inundaba.
Lo único que logré hacer fue abrazarlo.
Muy fuerte, dejándolo empapar mi hombro con sus lágrimas,
y cuando volvió hacia mí, se calmó un poco, resignado,
"¡Pobre!" me dije por dentro, hasta que le compartí mi inquietud por saber su nombre.
Me lo dijo y quedé impactado.
Cuando la curiosidad pudo más que mi discreción, le supliqué que me dijera el tuyo,
tu nombre, y al decírmelo, me quedé solo.
Volteé a todas partes, desesperado, pero no te vi ni a ti, ni sentí el dolor cerca de mí
Ambos son total y lamentablemente indispensables,
sin uno me vuelvo loco, me entristezco, padezco una guerra que sólo la creé yo.
Sin el otro, vivo una fantasía basada en un cuento que es feliz y no tiene final.
Sin uno, se siente y se vive, se palpa, se apasiona, se es feliz.
Sin el otro no hay sacrificio alguno que lo demuestre.
me contó tu historia, tu trascendencia al pasar los años,
los errores que cometiste por ser tú mismo,
las ilusiones falsas que creaste,
los sacrificios que sin duda alguna no recompensaste,
la lucha por tú mismo que no luchaste,
el irremediable sabor del fracaso que conocías perfectamente,
me contó de tus caídas,
tus alzamientos,
cuando te perdiste entre muchos sentimientos,
y perdiste tu propio reflejo roto,
lloró frente a mí, él,
y me dijo lo mucho que lo hiciste ¿sufrir?
Me hizo llorar a mí, transmitiéndome su agonía,
y después de un rato largo de tanto llorar,
me dijo: ¿Realmente él me hace aparecer de repente y me hace herir sin motivo alguno a miles de personas?
Yo no quise responderle, aunque mis ojos suplicaban caer en una pesadilla que seguir visualizando toda esa miseria que a ese pobre ser inundaba.
Lo único que logré hacer fue abrazarlo.
Muy fuerte, dejándolo empapar mi hombro con sus lágrimas,
y cuando volvió hacia mí, se calmó un poco, resignado,
"¡Pobre!" me dije por dentro, hasta que le compartí mi inquietud por saber su nombre.
Me lo dijo y quedé impactado.
Cuando la curiosidad pudo más que mi discreción, le supliqué que me dijera el tuyo,
tu nombre, y al decírmelo, me quedé solo.
Volteé a todas partes, desesperado, pero no te vi ni a ti, ni sentí el dolor cerca de mí
Ambos son total y lamentablemente indispensables,
sin uno me vuelvo loco, me entristezco, padezco una guerra que sólo la creé yo.
Sin el otro, vivo una fantasía basada en un cuento que es feliz y no tiene final.
Sin uno, se siente y se vive, se palpa, se apasiona, se es feliz.
Sin el otro no hay sacrificio alguno que lo demuestre.
Sin amor siento dolor.
Pero sin dolor, no sé que tanto amor pudo haber.
Pero sin dolor, no sé que tanto amor pudo haber.
No hay comentarios:
Publicar un comentario